Jonathan Alexander Espana Eraso

Nariño: la realidad de una crisis

Por: Jonathan Alexander España Eraso

A fuerza de enfrentar lo que vivimos, de nombrarnos desde una gramática de lo inhumano, propuesta por George Steiner, donde no existe la diferencia, debemos leer y escribir de otro modo lo que somos para humanizar la realidad.

Si pensamos en la actual crisis económica en Nariño, nos llega de golpe el silencio, el desaliento. La memoria al abrirse habla. En ella, la desigualdad es nuestra historia. Y en el recuerdo, el otro, nuestro prójimo, sigue desapareciendo.

Estamos viviendo una crisis cuya herida no cicatriza. Una lógica empieza a primar: el yo se manifiesta en contra del otro. No se hace política y oración sino velando por los intereses propios. El amor se aleja de su esencia. La ética pierde sus raíces. No existe el otro sólo el uno mismo.

«Lo que nos resta es reescribir una novela que cuente los cien años de soledad del sur, para que narremos las fronteras en las que el otro es una presencia trágica y múltiple”

Y, al igual que la ciencia y la técnica, no permitimos el cuestionamiento. Nos alejamos de lo trágico, pues no queremos sufrir. Bloqueamos las realidades que nos aquejan. Dejamos en tela de juicio nuestra memoria. Nos quedamos sin soporte. ¿Qué nos queda? Generar una reconstrucción de lo que somos a partir de la crisis que vivimos.

No se trata de que la crisis sea un lastre sino una dimensión para que la justicia se dé. Si reparamos al otro también nos reparamos. Así la esperanza se vuelve más realista que utópica.

Imaginemos que, si tuviéramos la posibilidad de disponer de las narraciones de cada nariñense, podríamos detectar las grandes formas del relato que nos constituye. Notaríamos con claridad que estamos determinados, a pesar de los lugares, climas, idiosincrasias, por una forma de contar: la del héroe trágico que está sentenciado a desaparecer por el relato que él mismo ha creado. A pesar de eso, las narraciones formarían el contexto de una novela. Ella nos detendría en su flujo. Nos captaría en su rumor.

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En esa novela que describo, viendo lo que somos y lo que desconocemos ser, representaríamos la forma de esa unidad imposible: la crisis con lo ficcional.

Alguna vez, no sé en dónde, le escuché al fallecido Silvio Sánchez, profesor universitario pastuso, que lo que nos resta es reescribir una novela que cuente los cien años de soledad del sur, para que narremos las fronteras en las que el otro es una presencia trágica y múltiple, y Nariño, a pesar de todo, «(…) un texto que vale la pena escribirlo de manera incesante para entender su complejidad».