Al igual que millones de colombianos la piel se me erizó el pasado 28 de junio, cuando el sacerdote Francisco de Roux entregó el informe final de la Comisión de la Verdad y al igual que a muchos el corazón se me arruga al leer las historias y conocer qué hay detrás de cientos de víctimas de este conflicto que poco a poco fue acabando con nuestro pueblo.
Por primera vez aprendimos a ponernos en el lugar del otro, esa esposa, esposo, hijo, primo, amigo que durante años tuvo que sufrir en silencio la muerte o desaparición de un ser querido. Hoy tenemos la esperanza que nuestro país no olvida, son más de 27 mil testimonios que nos dicen a gritos que tenemos que terminar con esta guerra absurda que lo único que logra es matar nuestro corazón y acabar con este pueblo trabajador y valiente que necesita salir adelante.
Este informe que para muchos pueden ser hojas y hojas de papel desgastantes se convierten en ese mapa que muestra lo que no podemos permitir vuelva a pasar en este país, son ese choque con la realidad del que muchos no quieren saber pero que existe, es esa manera real de entender por primera vez y de forma directa que nos acostumbramos a la guerra y a las muertes de inocentes. Este libro que reúne cientos de historias es esa verdad que merece más que nunca ser contada y leída en todos los rincones del país. Es nuestra garantía para que las nuevas generaciones y el mundo conozcan lo que alguna vez sufrimos y no queremos volver a repetir.
Tal vez sea mucho esperar que no se repita, pero si hay algo claro en todo lo que se escuchó y vivió en el teatro Jorge Eliécer Gaitán de la ciudad de Bogotá es que por años hemos querido hacernos los ciegos con esta realidad que merece ser contada, es ese momento de encuentro con este país que ha sido violentado de todas las maneras posibles y que necesitamos más que nunca sacar adelante. La única manera de sanación y de poder reconciliarnos es aceptar que hemos sufrido años de violencia y hemos visto ríos de sangre correr por toda nuestra Colombia, esta Colombia malgastada y maltratada que en realidad de una vez por todas merece salir del peligro.
Somos una sociedad rota que gritaba de manera desesperada poder conocer esta historia, historias de vida que cambian dependiendo de quien las cuente pero que de cualquiera de las partes duele de la misma manera porque sigue siendo nuestra guerra, siguen siendo nuestros días pintados de sangre que ahora gritan desesperados para que los mostremos porque durante años lo único que hemos hecho es darles la espalda.
Por: Claudia Zambrano Erazo