El ataque que en estos momentos protagoniza Rusia contra Ucrania el cual, de acuerdo con la opinión de algunos analistas en un momento dado nos puede poner a las puertas de la Tercera Guerra Mundial (¡Dios nos libre y nos favorezca!) me hizo acordar de un encuentro bastante cercano que siendo un periodista que no llegaba a los 20 años de edad tuve con la Segunda Guerra Mundial.
Fue un episodio producto de la casualidad, puesto que en ese entonces en el periódico en el que trabajaba en Cali, era encargado de cubrir la información deportiva.
Sin embargo, esa mañana de sábado, con una sala de redacción prácticamente vacía, me llamó el jefe de Redacción, me preguntó que sabía de la Segunda Guerra Mundial y sí conocía algo sobre el exterminio del nazismo en contra de los judíos. En efecto, algo había leído, por lo que de una quedé “graduado”, para atender a una pareja de exprisioneros del campo de concentración de Auschwitz, que por esos días recorría varios países, en contra de un intento de renacimiento de las ideas nazis que estaba surgiendo con fuerza no solo en Europa sino también en Estados Unidos.
Así tuve frente a mí a dos auténticos sobrevivientes de Auschwitz, un hombre y una mujer, ya de alguna edad, con sus rostros marcados por el sufrimiento.
De manera vehemente me expresaron el grave peligro que representaba para el mundo el resurgimiento de las ideas de Adolfo Hitler, motivo de su recorrido, me mostraron los tatuajes indelebles de identificación que les hacían en el antebrazo izquierdo y me hablaron un poco de la vida en el campo de concentración.
A los dos les tocaba realizar labores en el campo y me llamó la atención el que me dijeran que a pesar de que se escuchaba hablar mucho de las cámaras de gas, nunca estuvieron cerca de esos lugares, no los vieron ni supieron con certeza que algunos de sus amigos o conocidos, hubieran perdido allí la vida.
Claro, de vez en cuando uno dejaba de ver a algunas personas, manifestó la señora, “pero nadie parecía saber qué pasó con ellas y era peligroso ponerse a preguntar.
Paradójicamente me contaron, ellos salvaron sus vidas al permanecer en Auschwitz, puesto que los comandantes y guardianes al darse cuenta del avance de las tropas rusas salieron huyendo con miles de prisioneros quienes murieron en el camino.
“En esos días, el caos en el campo era total por el temor de los alemanes de caer prisioneros de los rusos y nos pudimos esconder. Por ello, el día más feliz de nuestras vidas fue el 27 de enero de 1945, cuando fuimos liberados por las tropas soviéticas. Por eso, estamos recorriendo el mundo, ¡para que la pesadilla no se repita!”
Y ahora nosotros decimos, que ojalá no se repita la pesadilla de una nueva guerra mundial.
Por: JORGE HERNANDO CARVAJAL PÉREZ