Más de 200 familias campesinas siembran la esperanza en Pasto

En medio del trajín urbano de la ciudad de Pasto, una alternativa distinta al modelo convencional de consumo y producción florece cada semana: son las ecoferias agroecológicas, espacios vivos y llenos de color donde se encuentran el campo y la ciudad, la tradición campesina y el consumo consciente.

Este proceso es impulsado por la Fundación Suyusama a través de su eje de Economías Transformadoras, coordinado por David Enríquez, y ha logrado articular a más de 200 familias rurales pertenecientes a 20 organizaciones campesinas de distintos municipios de Nariño. Desde hace un año, las ferias se realizan de manera periódica en diferentes puntos estratégicos de Pasto, convirtiéndose en una alternativa real para productores y consumidores que buscan relaciones más justas y sostenibles.

Dignificación

“Estas ferias son mucho más que mercados. Son escenarios de resistencia, de propuesta y de dignificación del trabajo campesino. Promueven un modelo económico basado en la solidaridad, el cuidado de la tierra y el buen vivir”, explica David Enríquez, coordinador del proceso en Suyusama.

Los productos que se ofrecen en estas ferias provienen de sistemas agroecológicos: frutas, hortalizas, granos, transformados, lácteos, productos medicinales, semillas nativas y otros insumos elaborados de forma artesanal, sin el uso de pesticidas ni fertilizantes químicos. Cada puesto es atendido por quienes cultivan la tierra, generando un vínculo directo entre productor y consumidor, eliminando intermediarios y permitiendo precios más justos para ambos lados.

Más que comercio

Las ecoferias son también un espacio de educación popular, donde se intercambian saberes, recetas tradicionales, semillas criollas y experiencias de vida. No se trata solo de vender productos, sino de tejer comunidad y proponer una forma distinta de vivir en el territorio, en armonía con la naturaleza y basada en la cooperación y la reciprocidad.

“Nosotros cultivamos con amor, respetando los ritmos de la tierra. Queremos que la gente de la ciudad sepa lo que consume, de dónde viene su comida y quién la produce. Que no sea algo anónimo ni contaminado”, comenta doña Teresa, productora del municipio de Yacuanquer y participante activa de la ecoferia. La mayoría de las familias vinculadas a esta iniciativa son pequeños productores que históricamente han sido excluidos del mercado convencional, en muchos casos con limitadas oportunidades de comercialización directa. Estas ecoferias les han permitido no solo mejorar sus ingresos, sino también revalorizar su identidad campesina, su autonomía y su papel esencial en la garantía del derecho a la alimentación.