Ricardo Sarasty

¿Más cerca del fin?

En una entrevista a Noam Chomsky para Comments Off on Destroying Democracy y publicada por la Revista El Viejo Topo, el pensador norteamericano explica por qué hoy la democracia se encuentra en grave riesgo y con ella la sobrevivencia de la existencia del ser humano, al menos del civilizado. Según el filólogo y lingüista estadounidense la democracia amenaza ruina como consecuencia de la caída de la tasa de beneficios y la solución dada a esa caída por parte de los poderes económicos y políticos o sea lo que se conoce como neoliberalismo. Un modelo económico y sistema de gobierno creado para generar riqueza a la vez que asegurar en el poder a los que pueden llegar a acumular tanta riqueza sin que importe mucho las consecuencias sociales, culturales y ambientales. Que es lo que se evidencia ahí en donde la llamada modernidad ha instaurado su doctrina para con ella darle forma al orden social que equivocadamente da a llamar democrático.

El inicio de este desastre, si se quiere ver así, tiene fecha clara en el calendario para Chomsky, es la que le corresponde al día después del estallido de la segunda bomba atómica, suceso con el que se inaugura la era nuclear y al mismo tiempo se pone a andar el reloj que debe de marcar la hora exacta en la que al menos el mundo civilizado llega a su fin, el instante en el cual los 180 millones de años que requirió la naturaleza para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y  las cuatro eras geológicas requeridas para que los seres humanos fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor, queden borrados de la memoria del universo, para decirlo con las palabras del Nobel Colombiano. Porque Noam Chomsky y García Márquez coinciden en ver con temor y desconfianza el avance desaforado de la ciencia puesta al servicio de la economía, cuando se piensa en la economía como el centro de todo el hacer humano.

Sucede que al terminar la segunda guerra mundial la humanidad entra a formar parte de una nueva era geológica conocida como la del Antropoceno, una era que a diferencia de las anteriores no promete futuro,  pues si en las anteriores el hombre buscó mejorar el mundo en obediencia devota al mandato de cuidar lo creado por su dios como el más sublime acto de amor, esta solo se caracteriza por poner la existencia lo mas cerca posible de la catástrofe nuclear. Pues recordando nuevamente el discurso de Gabriel García Márquez en la Onu, solo estamos a un minuto del momento en cual el encargado de hundir el dedo sobre el botón que controla el arma mortífera más desarrollada lo haga de manera precisa y, paradójicamente cruel, en nombre de la democracia y la vida. Como lo han hacen aquellos que ven en el logro de una riqueza desmedida la solución a los problemas que les impide ser felices, sin que le importe para nada el hambre de los que ponen bajo sus órdenes y avasallan. 

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Esa ambición desbocada del neoliberalismo que puso a unos hombres a buscar las mil y una formas que les permitiera demostrar que tanto pueden igualar a sus dioses, ha conducido al uso de la inteligencia, que debería diferenciar al humano del depredador irracional, para lograr únicamente eliminar la barrera que debe de proteger su misma existencia. Acabar con el concepto de solidaridad sustentado en el mutualismo como principio de conservación de la especie. Por lo que se explota inmisericordemente los recursos ambientales y se toma el poder político para convertir al Estado en la fortaleza privilegiada pero breve de quienes financian las guerras mientras pavimentan las selvas en nombre del progreso.     

Por: Ricardo Sarasty.