Se impone salir del desasosiego: debí marchar el 21 y el primero

El país está llegando a tal incertidumbre, polarización y escepticismo que la paz que en nuestro sentir se concebía como la primera necesidad del país, ya no lo es.

El país está llegando a tal incertidumbre, polarización y escepticismo que la paz que en nuestro sentir se concebía como la primera necesidad del país, ya no lo es. Actualmente la prioridad esencial de  Colombia es salir del desasosiego.

Son muchos los motivos que nos llevan a esa percepción, como  el  balance  realizado por el Gobierno en el retiro del fin de semana  en Paipa, donde no  se dio respuesta a las multitudinarias marchas, en las cuales se protestó por diferentes motivos y por diversos  sectores y voceros de distintas vertientes de la opinión nacional, eventos democráticos absolutamente pacíficos que fortalecen la democracia y hechos  despreciados por el Gobierno.

Sin embargo, el presidente se monta  en las marchas de los trabajadores, a quienes también  divide, en razón a que debido a sus errores, ha perdido  buena parte de  su mayor legitimador: la calle, que por lo menos en apariencia recupera con las marchas del 1º de mayo.

Problemas como el de la judicialización de la política no han tenido respuesta y no  la tendrán, en razón a los anuncios del ministro de justicia de `presentar un lánguido proyecto sobre asuntos menores, para los cuales no se requiere de reforma constitucional y, menos legislativa y, qué no decir de los alarmantes estragos del centralismo, sobre los cuales el Gobierno no se pronuncia, en razón a que le favorece en sus intervenciones autoritarias, como aquella de la Asamblea Constituyente, desconociendo el orden institucional existente.

El problema de la inseguridad y del orden público constituye una verdadera bomba de tiempo, particularmente en el sur occidente donde se encuentra un enclave principal del narcotráfico y donde los grupos al margen de la ley se disputan el control del territorio para obtener los jugosos dividendos de las economías ilícitas.

Desde los inicios de la República estamos viviendo  la Patria Boba. No hemos salido de ella, pero en épocas como la actual, la vivimos en grado superlativo. Se trata entonces de una coyuntura por demás preocupante y angustiante, en la cual se elevan los niveles de corrupción y de deslegitimación, no solo  del Gobierno sino del propio Estado,  en detrimento de la democracia, del porvenir de los colombianos y de los derechos humanos, ratificándose  Colombia como uno de los  Estados más inequitativos del planeta.

El desasosiego es grande y la salida no puede ser otra que la búsqueda del entendimiento, la concordia y el acuerdo de todos los sectores de la opinión nacional, sobre lo cual parece ser que el presidente  no está en realidad interesado, así exprese lo contrario, pues agita el descontento para propiciar las condiciones que posibiliten su proyecto autoritario, en contra de la democracia, de los derechos humanos y del futuro de los colombianos.

Y he debido marchar el 21 y el 1º, pues con la protesta pacífica se fortalece la democracia y se le cierra el camino a la protesta armada y quienes lo hicieron  contra del Gobierno, tuvieron sobradas razones, pero también la tuvieron quienes marcharon ayer, no solo porque todos somos trabajadores, o por lo menos debemos serlo, sino porque lo que hay que conquistar en este  campo es mucho.

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