El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, reafirmó este lunes 22 de diciembre que los contratos petroleros entre el Estado venezolano y la compañía estadounidense Chevron se cumplirán “llueva, truene o relampaguee”, en medio de una escalada de tensiones diplomáticas y económicas con Estados Unidos. La frase fue pronunciada por el mandatario durante un acto público transmitido por la televisión estatal y busca enviar un mensaje de certidumbre y estabilidad en una industria clave para la economía venezolana.
Maduro aseguró que Venezuela es un país “serio” que honra sus compromisos contractuales de acuerdo a la Constitución y las leyes nacionales, y destacó que dichos acuerdos con Chevron continuarán a pesar de las presiones externas y los conflictos circunstanciales que puedan surgir. Estas declaraciones se dan justo después de que el Gobierno venezolano anunciara la salida de un buque petrolero de Chevron cargado con crudo, lo que demuestra que la industria continúa operando en la práctica.
La relevancia de esta reafirmación se comprende mejor cuando se considera el contexto geopolítico actual: en los últimos días, el gobierno de Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, ha intensificado las medidas contra Venezuela, llegando incluso a declarar un bloqueo de buques petroleros sancionados como parte de su campaña para presionar al régimen venezolano. Caracas ha denunciado estas acciones como una forma de “piratería” y violación del derecho internacional.
Contrario a esas acciones, Maduro ve la continuidad de Chevron en el país como un acto de respeto a los acuerdos internacionales y a las reglas del comercio global. Chevron es uno de los pocos gigantes energéticos occidentales que opera en Venezuela bajo un régimen de licencias especiales emitidas por Washington, a pesar de las sanciones que han afectado profundamente al sector petrolero venezolano desde hace años.
A lo largo de 2025, la relación entre Caracas y Chevron ha sido compleja. Aunque en febrero pasado la administración estadounidense revocó la licencia que permitía a Chevron operar en el país, tras intensas conversaciones la volvió a emitir en julio con condiciones específicas que impiden, por ejemplo, pagos directos al gobierno venezolano, obligando a que parte de los ingresos se paguen en especie (en barriles de crudo) o mediante arreglos alternativos con la estatal PDVSA.
Analistas señalan que esta dinámica coloca a Chevron en una posición delicada, ya que la compañía debe cumplir tanto con las leyes estadounidenses —incluidas las restricciones del Tesoro sobre transacciones con el Gobierno de Maduro— como con los compromisos contractuales con PDVSA en Venezuela. Aun así, Chevron ha continuado cargando y exportando petróleo venezolano incluso bajo este estrecho marco regulatorio, lo que muestra que, pese a las tensiones, los lazos comerciales no se han roto.
El sector petrolero venezolano, históricamente la espina dorsal de la economía del país, ha atravesado años de declive debido a la falta de inversión, fuga de capacidades técnicas y fuertes sanciones internacionales. En este escenario, los acuerdos con Chevron representan para Caracas una vía para mantener producción y exportaciones, aunque en cantidades reducidas comparadas con décadas pasadas. La permanencia de la petrolera estadounidense simboliza también una especie de puente pragmático entre el mercado global y la economía venezolana.
No obstante, la política del gobierno venezolano se ha endurecido en respuesta a lo que percibe como agresiones externas. El Parlamento, controlado por el chavismo, aprobó recientemente una ley para “garantizar las libertades de navegación y comercio” frente a lo que califica de bloqueo estadounidense, reforzando el marco legal interno para proteger operaciones como las de Chevron.
En suma, la frase de Maduro “llueva, truene o relampaguee” no es solo un eslogan retórico, sino una declaración política y económica estratégica en un contexto de fricciones diplomáticas crecientes, mostrando la voluntad del gobierno venezolano de defender los contratos petroleros con Chevron como un pilar de su política energética y económica, pese a la complexidad del entorno internacional.

