Ricardo Sarasty

LOS TRISTES PAYASOS SI EXISTEN

Los tristes payasos si existen, son algo más que un simple insulto, están y han estado ahí formando parte de una triste realidad. Más de una persona los habrá visto y quizá su imagen no sea la más agradable entre todo el cumulo de recuerdos que guarde como referentes de su niñez u otra situación de la vida. Porque no es cierto que el payaso sea únicamente ese personaje que a todos guste ver. Existen personas a quienes les resultan desagradables en tanto que otros les temen y no son solo niños, de quienes se cree que por serlo están necesariamente llamados a divertirse con ellos, por lo que se considera anormal el que la cara blanca con la bola roja como nariz los asuste y su voz siempre extraña termine generándoles pánico. Es que lo verdadero del pavor ante algunos payasos consiste en que no es solo su imagen, la icónica, la que lo despierta, a ella se suma su actuar errático siempre, por fuera del escenario y en el escenario. Sí, allí que es donde se justifica su torpeza como parte de libreto o rutina del trabajo, consistente en hacer reír. Tal vez su ineptitud puesta de manifiesto al no poder ejecutar actos sencillos o contestar preguntas simples, en un triste payaso sea llevada al mayor de los extremos tanto que más que mostrarlo inocente logra que se vea como un personaje en lo sumo imbécil, tanto así que termina por considerarse peligroso como aquel que tira piedras en la calle, se abalanza iracundo sobre cualquier cosa para destruirla o no hace más que permanecer inamovible, callado, con mirada tétrica, amenazante.

Cuando se hace un recorrido por la historia universal, en los apartes referidos a la vida palaciega de los gobernantes, reyes o príncipes, se encuentran unos personajes grotescos, llevados hasta los aposentos del déspota para su regocijo, quien se complacía únicamente con verlos y se divertía hasta la saciedad convirtiéndolos en motivo de sus burlas, que no tuvieron pretexto diferente al de su aspecto físico, puesto que la mayoría de estos bufones eran maltrechos, deformes físicamente. Apariencia de la que se derivaba sus sobrenombres, cabe resaltar que con intención despectiva, apodo que debía de recordarle a la triste criatura su condición de inferior, apelativos como: ranita, zapatico, orejas, pocillo, virolo o manotas, entre muchos otros, mas que nominarlos debía de estigmatizarlos enrostrándoles su fealdad a demás de obligarlos a convertirla en parte del sustento al convertirla en el látigo con el que ellos mismos se flagelaban para divertimento del tirano que les pagaba con migajas el permitirle verlos sufrir. Si bien algunos de estos antepasados del triste payaso de hoy convirtieron su existencia en miserable, en tanto prestaron su cuerpo para que con él los poderosos jugaran como mejor satisficiera sus ganas, cuales fueran, sin ser consientes de ello porque por naturaleza su entendimiento no les permitió dimensionar el abuso al que eran sometidos. Otros para no sentirlo dejaron que los enajenaran con cantidades grandes de alcohol, opio, hachís y otros alucinógenos. Con sustancias que no solo les sirvió a ellos para evadir el dolor físico, mental y espiritual, infringido por sus amos, sino que a su amo le permitió también encontrar más motivos para su estentórea alegría, así como se deduce de otros apodos con los cuales fueron señalados otros de estos guasones como: risaloca, tontín o loquillo.

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Es que cuando se habla de tristes payasos debe de entenderse que se hace referencia a la condición humana rebajada a ser solo, cuando no instrumento o utensilio, espantajo. No al oficio de divertir acudiendo al humor. El triste payaso no es el cómico que inteligentemente abstrae de las situaciones vividas su verdad y no la ajena a él. Es lúcido. ricardosarasty32@hotmail.com