Juan Sebastián García Sánchez propietario panceteros.
A veces, la calle guarda joyas gastronómicas escondidas entre humo, amistad y pasión. En Pasto, dos amigos, Sebastián García y Hugo Rodríguez, decidieron darle un nuevo significado a la comida callejera. Su emprendimiento, nacido con el apoyo incondicional de sus familias, gira en torno a un solo protagonista: la panceta.
Pero no cualquier panceta. Ellos utilizan un corte Premium, seleccionado cuidadosamente de la panza del cerdo, cocinado en un barril ahumador que transforma lo simple en sublime. El secreto dice con orgullo está en el “RUB de la casa”, una mezcla de especias que realza cada mordisco con un sabor único.
Su proveedor les entrega cerdos tecnificados y bien tratados a diario, lo que garantiza frescura y trazabilidad, dos pilares inquebrantables en su cocina. Y aunque la estrella es la panceta, el menú es versátil: salchipapas, hamburguesas, ceviche de panceta, la famosa “perra pancetera” o simplemente el corte tradicional, servido con buenos acompañantes.
“Todo está hecho desde el amor”, dice Sebastián. Y eso se nota. En cada porción hay técnica, cuidado y un compromiso genuino por brindar una experiencia que va más allá del sabor: la de una comida bien hecha, con raíces en la amistad y en el deseo de hacer las cosas correctamente.
En medio de brasas y sonrisas, estos dos panceteros han convertido la calle en un templo del sabor. Porque cuando hay pasión, hasta la panza del cerdo puede contar una buena historia.