En el barrio Prado, una oficina sin ostentaciones, pero con mucho movimiento acoge a Adgesthal, una empresa pastusa de tercerización de servicios temporales en salud que hoy cuenta con más de 400 colaboradores activos.
La entidad nacida antes de la pandemia, fue precisamente en ese periodo de emergencia sanitaria cuando su operación se expandió, atendiendo la creciente demanda de personal para hospitales públicos y privados, desde clínicas en Nariño hasta centros médicos en el Putumayo.
Al frente de la empresa está Andrea Carolina Rosero, socia fundadora, una joven administradora que le ha apostado a la formalidad, a la transparencia y al cumplimiento de cada requisito legal. “Lo difícil no ha sido crecer, lo difícil ha sido sostener la empresa”, reconoce. Y es que competir con empresas que operan al margen, bajando los costos con márgenes ínfimos o nulos de utilidad, pone en riesgo no solo la sostenibilidad del negocio, sino también los derechos de los trabajadores.
En Adgesthal, en cambio, los contratos cumplen con las especificaciones requeridas por las entidades contratantes, lo que ha permitido mantener un historial limpio: hasta la fecha no hay demandas laborales ni investigaciones en su contra. Esa formalidad les ha permitido abrirse camino incluso en sectores donde la competencia busca atajos. La ventaja de ser una empresa dirigida desde una “hija de la vida”—como llama Andrea al modelo de empresa familiar, comprometida con la ética—es que hay menos espacio para el tráfico de influencias y más exigencia en el cumplimiento normativo.
Con sede propia y un equipo técnico que cumple con los más altos estándares de selección, Adgesthal se ha convertido en un ejemplo de tercerización seria y comprometida en el suroccidente del país. Sin embargo, el panorama podría cambiar con la reforma laboral propuesta en Colombia. Esta reforma, que busca restringir la tercerización en sectores misionales y garantizar mayor estabilidad laboral, obliga a las empresas del sector a repensar su rol.
Andrea no lo ve con temor, pero sí con cautela. “Las empresas como la nuestra podemos ser un apoyo real para las instituciones si se hace con transparencia, si se respeta al trabajador. La tercerización no es sinónimo de explotación si se hace bien. El problema es cuando se usa para evadir obligaciones”, señala.
En medio de una industria saturada por la informalidad, Adgesthal representa la posibilidad de una tercerización con rostro humano. Un modelo que, lejos de precarizar, ha permitido emplear dignamente a cientos de profesionales de la salud en zonas donde el Estado, por sí solo, no alcanza a cubrir la demanda.

