Ya las cartas están echadas. El tiempo se ha acabado para los dos candidatos que aspiran a llegar a ocupar la presidencia de la República.
Hemos escuchado tanto de Rodolfo Hernández como de Gustavo Petro un sinnúmero de propuestas orientadas a buscar la tan anhelada paz con justicia social y equidad en una Patria que se desangra día tras día. Sin embargo, tan solo uno será el escogido.
Aunque las circunstancias para llevar a efecto las elecciones este domingo están dadas, cuánto echamos de menos unos partidos organizados y fuertes que muestren unos derroteros de soluciones factibles e inmediatas a la grave crisis que vive Colombia.
Todos sabemos que en materia política y máxime cuando está de por medio la escogencia de presidente nadie quiere salir perdiendo antes de que llegue el día propicio de elecciones.
Por ello, se ha vuelto normal en nuestro país como en otros países del mundo que los candidatos se valgan de cualquier tipo de mecanismos para indicar y demostrar en forma disfrazada el carisma y simpatía que dicen tener en los electores a fin de obtener el respaldo que los lleve a ocupar el máximo cargo de elección popular del país, es decir como Jefe de Estado y de Gobierno.
En tal sentido, es bueno recordar que con sólo salir agitar banderas y gritar a todo pulmón consignas los días previos al de la realización de los comicios no es suficiente, sino que se hace indispensable que este 19 de junio los electores acudan masivamente a las urnas a depositar su voto de acuerdo con la convicción que puedan tener en torno a los programas planteados por cada uno de los candidatos.
Sólo en la medida en que eso ocurra será posible derrotar la abstención y afirmar con certeza que se eligió con toda legitimidad un presidente comprometido con trabajar por darle a Colombia una nueva luz de esperanza que ondeará como bandera al vaivén del viento en búsqueda de la paz con justicia social y equidad y, sobre todo, con el compromiso de combatir el flagelo de la corrupción.
En la democracia, como sistema de gobierno, como en el caso colombiano, es incuestionable que la existencia de corrientes políticas diferentes a las tradicionales, pueden contribuir de manera enorme a que los principios democráticos que son la base y sustento de un Estado Social de derecho, se conviertan en reales y verdaderos derechos de las mayorías y no en unos simples sofismas de distracción a favor de una clase minoritaria y privilegiada.
Sin embargo, cuando las ideas y los programas con que han nacido los movimientos de izquierda, cívicos, cristianos, ambientalistas, indígenas, etc, desembocan en los mismos vicios politiqueros de demagogia, clientelismo y hasta de corrupción, es factible que lleguen a perder el respaldo popular y tiendan a desaparecer con rapidez del panorama político.
Pero con todo tanto a Rodolfo Hernández como a Gustavo Petro, quienes contra viento y marea llegaron a las elecciones presidenciales de este domingo por partidos políticos diferentes a los tradicionales, se les desea la mejor suerte y que ojalá el electorado les corresponda y voten en su favor para que gane el mejor.
Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

