En una época donde la juventud se inclina mayormente por profesiones universitarias, María Camila Gaviria decidió seguir un camino diferente, uno que le permitiría expresar su creatividad y pasión: la pastelería. Esta joven empresaria ha encontrado en la repostería una forma de arte, un medio para transmitir amor y abundancia a cada uno de sus clientes.
Desde pequeña, María Camila sintió una atracción especial por la gastronomía. Aunque comenzó estudiando cocina, fue en las clases de pastelería donde descubrió su verdadera vocación. Hacer tortas no solo le permitió desplegar su creatividad, sino también brindar alegría a los demás. «Con un bocado de algo que yo hiciera podía alegrarle el día a una persona», comenta emocionada. Cada torta es una obra de arte destinada a iluminar los días de quienes la prueban.
El secreto de sus tortas, más allá de los ingredientes frescos y de alta calidad, radica en el amor que pone en cada preparación. María Camila realizó estudios en París, donde perfeccionó sus técnicas en pastelería profesional y trabajó en las mejores pastelerías y un restaurante con estrella Michelin. Esta formación, combinada con ingredientes naturales y frescos, como las fresas orgánicas, eleva sus creaciones a un nivel superior.
Pero lo que realmente distingue a sus tortas es el ritual que sigue al añadir cada ingrediente: declarar amor y abundancia para quienes las consumirán. «Sentir que cada bocadito que se coman sea una experiencia inolvidable», es su mayor motivación. Esta filosofía de vida se refleja en la satisfacción y gratitud de sus clientes, quienes no solo disfrutan de un delicioso postre, sino también de una porción de felicidad y amor.
María Camila demuestra que seguir la pasión y poner el corazón en lo que uno hace, puede transformar no solo un negocio, sino también la vida de quienes lo rodean.

