Vienen a mi memoria las grandes clases impartidas por nuestro profesor Carlos E. Burbano M. de Educación Religiosa y Moral, cuando cursábamos el Quinto Grado, hoy décimo en la Normal del Instituto Pedagógico Militar en el año 1970. Cuando en plena adolescencia, sus explicaciones nos sirvieron para enamoramos de aquel primer amor, buscando que nuestros sentimientos nobles de respeto, aprecio y cariño, compaginaran con esa jovencita que cautivo nuestro corazón.
Aún conservo en mi biblioteca como regalo de nuestro maestro y educador, ese importante folleto que se titula “Antes de casarnos, leamos”, cuyo compendio nos lleva al libro de Génesis, cuando Dios instituyó el matrimonio, manifestándole al género humano la orden de “Creced y multiplicaos, por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.
En nuestra Iglesia Católica se instituyó al matrimonio como uno de los sacramentos más importantes, porque es un contrato voluntario que se celebra entre una pareja que se ha enamorado, que han pasado por la hermosa etapa del noviazgo, que les ha permitido conocerse mutuamente, el saber sus cualidades, virtudes y defectos, para afrontar juntos la integración y la convivencia al constituir su nuevo hogar.
Serán los nuevos esposos quienes reciben la Gracia de Dios, por parte de un obispo o sacerdote. Quienes estarán siempre juntos en las duras experiencias de la tristeza, enfermedad y fracasos: como también el disfrute de los momentos de dicha, triunfos, alegrías y entera felicidad. Advirtiéndoles en esa boda especial: “Que el matrimonio es para toda la vida, hasta que la muerte los separe. Además, “Que lo que ha unido Dios, no lo separe el hombre”.
La unión matrimonial también puede ser impartida por un notario, el cual, en representación del estado, realiza la ceremonia en su despacho oficial, con la presencia de dos testigos. Dando fe que los novios contrayentes no tienen impedimento alguno, para celebrarlo. Se levanta el acta correspondiente y se les expide el registro civil del matrimonio, el cual tiene validez ante la sociedad colombiana.
El vínculo del matrimonio es la base de la sociedad, cuyo crecimiento, desarrollo y progreso se logrará con la llegada al nuevo hogar de sus hijos e hijas; porque un matrimonio sin hijos es como un jardín sin flores. Los padres enseñarán a su descendencia los valores y principios cristianos, éticos y morales, para entregar excelentes seres humanos a la sociedad.
En este fin de semana he regresado de Pasto, para asistir al matrimonio del ingeniero industrial de la Universidad Autónoma, José Fernando López Samacá con mi paisana, la doctora Alejandra Benavides Pastás, médica especialista en Cirugía General de la Universidad del Valle y nacida en el municipio de Guachucal.
Ceremonia realizada ayer sábado, en la hacienda Las Palmas, en Rozo, Palmira en el Valle del Cauca. Con la asistencia de sus padres, Alfredo López Juyar, Miryam Samacá Rodríguez, José Benavides, Soraida Pastás de Benavides, de sus hermanos, familiares, allegados y amigos. A quienes todos les auguramos muchos éxitos en su nueva vida matrimonial.
Por: Jorge Enrique Tello Chávez

