Por: Narciso Obando
Ante los dolorosos acontecimientos de violencia e inseguridad que siguen ocurriendo en el Departamento de Nariño y otras regiones de Colombia, es conveniente subrayar que, solo Dios es dueño de la vida humana. Los hombres debemos respetarla. Matar voluntariamente a un ser humano es pecado, ya sea por homicidio, suicidio, eutanasia, violencia, guerra injusta o aborto. También es pecado: Odiar, guardar rencor, enemistarse, desear mal, insultar, mirar con malos ojos y escandalizar.
La vida no sólo es un bien, sino que además es un don, un regalo. Ese don nos ha sido dado (a través de nuestros padres) por Dios: Sólo Dios es dueño de la vida. Cada alma es individual y personalmente creada por Dios y sólo Dios tiene derecho a decidir cuándo la infunde a un cuerpo y cuándo su tiempo de estancia en la tierra ha terminado.
Ya que la vida no es nuestra, hemos de poner todos los medios razonables para preservar tanto la propia como la del prójimo. Es a todas luces evidente que pecamos si causamos deliberado daño físico a otros; y el pecado se hace mortal si el daño fuera grave.
La vida es el regalo más preciado que el ser humano posee, y nadie, absolutamente nadie, puede despojarnos de ella. Matar no es productivo, ni benéfico, ni moral. Los cementerios están acrecentados por homicidios y ejecuciones que en ningún momento de la historia fueron de utilidad para nadie.

