En la semana que terminó fui invitado al matrimonio de un ahijado que hoy reside en España. Allá fue a realizar sus estudios de especialización, con la suerte que no solo se graduó, sino que la madre patria lo acogió con cariño, al punto que allí fijó su residencia. En Madrid se enamoró y trajo a Pasto a su novia y suegros, para casarse a 8.000 kilómetros de distancia.
En el momento en que el sacerdote bendecía el matrimonio sonó a todo volumen el celular de uno de los invitados, distrayendo la atención de los asistentes. La dueña del celular en ese instante no encontraba el teléfono para apagarlo, ya que, en su abultado bolso, había metido todo cuanto menjurje le alcanzara para asistir a la recepción.
En ese instante uno de los asistentes me dijo al oído: “cuánta falta nos hace Carreño”.
Para conocimiento de las nuevas generaciones, Manuel Antonio Carreño fue un diplomático venezolano que publicó en 1853, “El Manual de urbanidad y buenas maneras”, que fue conocido popularmente como Manual de Carreño.
Este manual contiene, entre otros temas, Los deberes con Dios, con la sociedad, los padres, la patria, nuestros semejantes y con nosotros mismos.
Además, nos habla del aseo de nuestra persona, del vestido, de la habitación etc., etc. Nos enseña cómo vestirnos y mantener buenas relaciones con la familia y vecinos; cómo comportarse fuera de casa, en la calle, el templo y centros de educación; cómo mantener una conversación, realizar una visita y comportarnos en la mesa.
Estoy seguro de que si la invitada a la ceremonia del matrimonio alguna vez hubiese leído la urbanidad de Carreño, con seguridad hubiese apagado el celular al entrar al templo y no pasar el oso, que le significó su falta de previsión.
Qué falta nos hace releer la urbanidad de Carreño para que estos molestos momentos no se vuelvan a presentar. Similares situaciones he observado en los velorios, en las salas de juntas, en las conferencias, en los teatros y múltiples lugares, en donde el celular es el personaje de moda.
POR: VICTOR RIVAS MARTINEZ.

