La tan deseada prosperidad de cada año

Por: Aníbal Arévalo Rosero

Muchos mensajes: unos muy bellos, otros son muy sobrios, otros más son cargados de profundo amor a Dios y a la Virgen, con el propósito de desear la prosperidad. Todos son recibidos con agrado indudablemente. Se retorna con un “muchas gracias, lo mejor para usted”. Una práctica muy extendida son los agüeros, muy diversos, y buscan de igual manera la prosperidad.  Es muy común las prácticas supersticiosas, es por ello que las uvas chilenas y las del Valle se venden como el maná caído del cielo.

Costumbres son costumbres y el arraigo en la población atraviesa fronteras. Mucha gente tiene el carácter de supersticiosa, creen en cierto tipo de prácticas como no pisar las uniones de las baldosas o culpar a ciertos hechos, como la presencia de una mariposa negra de un mal presagio. Y las coincidencias tienen que darse, es inevitable que si no acatas la señal de pare en una intersección, lo más seguro es que te vayas a dar de trompa con otro vehículo que va en otra vía; quizás allí te estés lamentando de tu mala suerte por la presencia de la desdichada mariposa que extravió su camino. O el gato negro que destelló con sus brillantes ojos una mirada profunda en la oscuridad.

El sincretismo que se ha producido con la influencia de los fenómenos sociales como la Conquista o las Cruzadas que conllevan a que se produzcan mezclas de costumbres con la fe. Un fenómeno muy marcado es la práctica de costumbres ancestrales indígenas con la religión católica: es el caso de las pasadas del Niño que se celebran en pueblos y ciudades, con rituales de la cosecha con los castillos de los frutos de la naturaleza y el rezo al Niño Dios.

Aún así, quienes se aproximan a practicas milagrosas, tienen un credo religioso, y en ocasiones muerden sus labios para que el acto de prosperidad se real y suceda en el tiempo; o como los anuncios de las redes sociales de las fórmulas para ganar dinero de inmediato y sin esfuerzo. El castigo que le impuso Dios a Adán por comer del fruto prohibido es muy elocuente: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra de la cual fuiste sacado, porque polvo eres y en polvo te convertirás”.

Para Aristóteles la prosperidad, o eudaimonía en griego, es un componente de la felicidad. Eudaimonía es felicidad, florecimiento humano o prosperidad. Para Aristóteles, la felicidad es el fin que busca todo ser humano y el mayor deseo que guía todas las acciones humanas. La felicidad se alcanza mediante la virtud, que equivale a la “excelencia”.

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Aristóteles identificó tres formas de vida que busca la felicidad: el placer, como la satisfacción de sus impulsos; la política, la prosperidad se busca a través de los honores, las grandes hazañas y las riquezas; y la forma más alta de vida, cuando el individuo actúa de manera racional y entiende que la felicidad es un fin en sí mismo.

Mientras tanto a la persona de cualquier estrato social no la podemos despojar de sus creencias. Las personas defienden con ahínco las creencias muy arraigadas. Y no tiene nada que ver la posición social, mas bien la posición ideológica del individuo. Lo importante para estos tiempos es el respeto por la creencia del otro que contribuye a cohesionar una familia o una comunidad. En este caso cobra valor el postulado de la unidad en la diversidad. 

Las practicas folclóricas están en todo momento y todo espacio, hasta en los círculos científicos de toda índole. Si hace felices a las personas y unen a una comunidad, no hace falta contradecir las creencias. Una sociedad netamente atea, como plantea el comunismo doctrinario, lleva a choques y debates bizantinos. Por supuesto que debemos aproximarnos a la ciencia, pero las prácticas folclóricas también tienen toque científico y la ciencia no puede ser fría tampoco.