Anibal Arévalo

La solidaridad en acción

La solidaridad es abandonar por un momento mi centro de gravedad para entrar en la órbita del otro, es volar con alas prestadas para para sentir el peso de un cuerpo cansado, es ofrecer un vaso de agua a un peregrino que lleva sus pies llagados, es restañar las heridas que se ocasionan sin intención, es ayudar a empujar la pesada carga que le correspondió a tu hermano, es no interferir el paso de quienes quieren llegar a su meta con ilusión.

Ha llegado Navidad para el mundo cristiano, y lo que se repite en cantos y oraciones, debe dejar de ser una mera intención. Estamos transitado por los momentos más duros de la historia, dónde se debe mostrar el cobre de la generosidad. Pasar el de la oración a la acción. Dejar de lado por un momento que las palabras no sean las protagonistas, y que tus buenas acciones se vean brillar como las estrellas. Lo ideal sería tener un credo de los buenos hechos, del favorecimiento al menesteroso. Actuar de manera generosa, dejando de lado la codicia.

En la competencia por el acumular nos ocurren hechos siniestros: exponemos nuestra salud y el sano juicio por cosas no tan necesarias para vivir. Lo ideal es que vayamos ligeros de equipaje, que tengamos un viaje liviano, teniendo en cuenta que la vida es un viaje muy corto, y para que nuestra mente no se distraiga tanto en nimiedades, es bueno pensar en lo útil que puedo ser a los demás.

Por ello es necesario en despojarnos de aquellas cosas que nos pesan y que hacen más lento nuestro andar o restan puntos a nuestro disfrute. Hoy es el primer día de lo que me resta por vivir, y desde este día me hago el propósito de liberarme de ataduras. Lo primero que debo hacer es sacar todo lo que no he utilizado en el último año, si no lo he disfrutado es porque no me sirve, pero puede resultar de gran utilidad a otra persona.

Aquella chaqueta que no la he usado en años ha dejado de pertenecerme, porque es mío lo que va sobre mi cuerpo. Ha dejado de prestar el beneficio por falta de uso, pero otra persona la lucirá de manera apropiada. Ropa, calzado, utensilios, computadores y celulares que ya no están a disposición del quien los adquirió, pueden ser una gran ayuda para otros. Saca esa maleta vieja que ya no está en uso y entrégasela a quién pueda emplearla adecuadamente. También se puede compartir en familia: recuerdo que en mí familia el pantalón que ya no usaba el hermano mayor, con un remiendo quedaba apropiado para el menor.

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De igual manera ocurre con la comida. Hay alimentos que se pensaba utilizarlos en alguna celebración, pero no fueron necesarios, y por lo tanto se los guarda para otra ocasión, pero esa ocasión no llega. Y así ocurre con algunas conservas, atunes, pastas y alimentos no perecederos, siguen guardados hasta que se vencen.

La práctica de la solidaridad no solo implica el donativo de cosas que ya no te sirven, tiene que ser la oportunidad de ser útil a los demás, no de aprovechar el momento para despojarte de lo que usualmente recolecta el vehículo del aseo. La solidaridad está manifiesta en el apoyo a nuestros campesinos. Compremos los productos de nuestros pequeños productores, ellos generan más empleo que las multinacionales y nos traen muchos beneficios, como la venta de productos naturales y saludables.

Pero la solidaridad también está en el comportamiento ciudadano. No podemos ser indiferentes a la ayuda que requiere un adulto mayor cuando intenta cruzar la calle, pero el tráfico no se lo permite. Esa es una oportunidad para actuar, dejar de lado la indiferencia y colaborarle a pasar a la otra acera. Hay que aprender a ceder el paso, si el tráfico automotor está complicado no tenemos porqué complicar las cosas pegándonos del pito.

Ha llegado Navidad y es el momento de ser solidarios con la naturaleza. Es un tiempo de mayor consumo, por eso lo ideal es que se produzcan menos residuos industriales que contaminan el medio ambiente. Que las palabras que decimos en las oraciones se conviertan en acciones.

Por: Aníbal Arévalo Rosero