La politización que cada dos o cuatro años se hace más intensa en periodo de elecciones, ha demostrado que la corrupción, las malas prácticas, la calumnia, injuria y amenazas a la vida, se han apoderado de las redes sociales.
Así, personas frustradas, amargadas, muchas de ellas alcohólicas o drogadictas, han aprovechado la impunidad y cobardía para emitir acusaciones sin fundamento a toda persona que les recuerde su propio fracaso ya que son representantes de éxito a quienes envidian por sus logros que no han podido alcanzar.
De igual modo, a quien avanza políticamente impulsando un cambio le sobrevienen diatribas, incluso desde sus propias toldas, pues también el resentimiento anida en las fuerzas progresistas y es aún más virulento en ciertos casos que la denominada derecha que, al final y pese a sus desencuentros, obedece las órdenes del patrón o el jefe “olvidando” los latigazos.
«Quien avanza políticamente impulsando un cambio le sobrevienen diatribas, incluso desde sus propias toldas, pues también el resentimiento anida en las fuerzas progresistas».
Los complejos de inferioridad son también origen de esos comportamientos ya que al no ser tomados en cuenta, ser dejados de lado en todo espacio social, al pasar de modo invisible ante la gente, desean hacerse sentir importantes dañando la reputación de otros.
Los Medios de desinformación han influido al dar oportunidad de denigrar como espacio para obtener sintonía.
Para superar esta situación tan grave hay diversos mecanismos, entre ellos, el principal acudir a la Fiscalía General para poner denuncios que lleven a estos personajes a estrados judiciales donde gimen para que los perdonen o ruegan que no les cobren las multas por las que deben responder.
Allí, en dicho espacio es donde se ve la verdad. No atender sus escritos para no ser cómplices ni emitir opiniones sobre hechos infundados que sólo muestran odio y veneno, demuestra la idoneidad de quien no participa de estas redes. El que lo hace confirma su forma de ser.
Desafortunadamente nuestra capital, su territorio y Colombia entera padece de esta cultura y es hora que la nueva visión política supere este lastre ideo destructivo para fortalecer el real proceso de humanización.
Por: Carlos Santa María

