La Constitución política de 1991 establece en su artículo 13 que: “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley (…)”, esto más allá de ser un copy and page del articulado primero de la Declaración Universal de Derechos Humanos (Adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948) es un saludo a la bandera en nuestro país.
El sistema penal y el sistema penitenciario en Colombia se han cimentado bajo las premisas de la venganza y el escarnio en contra de quien o quienes vulneren las normas que regulan la conducta social; de ahí que, bajo esa perspectiva no hay lugar al más mínimo derecho a invocar el respeto a los derechos humanos.
«El sistema carcelario colombiano es desfavorable con los Nadies, con el último eslabón de la cadena criminal, pero por el contrario es favorable con los grandes criminales de cuello blanco».
El sistema carcelario en Colombia está fundado en la más carente posibilidad de resocialización del infractor, vamos por partes: i) No existe diferenciales y según sea el delito y su autor; verbi gracia, un ciudadano de origen campesino infractor de un delito, que por su origen debía purgar la condena en un sistema de granja agrícola, es recluido en las penitenciarías de las grandes ciudades plagadas de los peores criminales quienes cuentan con la capacidad criminal de corromper y violentar al más débil, con el agravante de contar con la complicidad de los funcionarios del reclusorio y la tolerancia del estado para actuar a sus anchas (por eso es que según dicen, los delincuentes se vuelven más delincuentes porque el hacinamiento, la pésima alimentación y las condiciones de absoluta insalubridad es parte de la insufrible corrupción de quienes ejercen el poder). ii) un ciudadano citadino que por desgracia cae en la comisión de un delito, sin que eso implique, per se, ser un criminal, al ser vencido en juicio lo recluyen en tremenda cloaca que son las cárceles colombianas; lo que significa la perdida de toda condición de dignidad, violentado a mas no poder, un ser humano perdido para siempre; cuando debería de existir reclusorios dotado de talleres de aprendizaje para dignificar y resocializar al ser humano caído en desgracia.
En otras palabras, el sistema carcelario colombiano es desfavorables con los Nadies, con el último eslabón de la cadena criminal, pero por el contrario es favorable y condescendiente con los grandes criminales de cuello blanco. Para la muestra de un botón – o mejor de varios-, el arriba firmante ha decidido citar algunos ejemplos: A diez años condenaron al mayordomo de Fernando Sanclemente – embajador de Colombia en Uruguay- por un laboratorio de cocaína clandestino, En Tuluá de la manera más inhumana posible murieron, algunos incinerados y otros asfixiados, 55 presos, mientras que el héroe de los falsos positivos es arrestado en su hacienda de 1.200 hectáreas. Sin duda alguna muchas cosas deben cambiar en este país, podemos empezar por ejemplo por acabar con la corrupción y falta de humanidad que cobija, obviamente, a ministros y presidentes.
Por: Nicolás Escobar Bejarano.

