Padre Narciso

La paz, compromiso de todos

Por: P. NARCISO OBANDO

Con profunda tristeza vemos el incremento de la violencia a nuestro alrededor. La división ocasionada por ideologías extremas de derecha e izquierda han permeado a la sociedad y por ende a la familia, ha producido un ambiente demasiado tóxico en algunos sectores: Familias peleando por un determinado candidato o partido político, amigos agrediéndose, insultándose y dejándose de hablar por diferencias de opinión.

No deberíamos acostumbrarnos a vivir en un ambiente de violencia, pero la raíz de todo esto está, lamentablemente, en el ámbito familiar, en la educación que se ha perdido, en los valores que se han esfumado.

Es verdad que ha habido un proceso de cambio cultural en las familias, donde ha habido mejoras en el campo profesional, de estilos y calidad de vida; pero también es cierto que el respeto, la exigencia, los límites, por decir solo algunos de los valores, cedieron mucho terreno al capricho, la falta de respeto, la pérdida de una sana exigencia y el hecho de vivir únicamente para obtener o acumular bienes materiales.

Vemos que desde muy temprana edad se ha vuelto común el uso de celulares, tabletas electrónicas, etc. También preocupa el hecho que en las series de televisión prolifera la violencia y la actividad sexual de todo tipo. Abundan los videos en la plataforma tik-tok con “retos” que solo han contribuido a destruir a los adolescentes. Ante ello la pregunta es ¿Dónde están los papás?

Esto que estamos viviendo hoy no es fruto del azar ni tampoco es algo que se cocinó en el microondas en 30 segundos; es el resultado de un proceso lento de una pérdida de conciencia de lo que es el sentido verdaderamente humano. Ya no hablemos ni siquiera del sentido espiritual, quedémonos solo en la cuestión humana. ¿Cuándo vamos a despertar de este letargo?

Los padres de familia, ¿son realmente conscientes de lo que ven sus hijos por internet, de lo que ven en las plataformas de televisión, de lo que traen en el historial de su celular? ¿Son conscientes de cómo tratan a sus amistades, o de cómo sus amistades tratan a sus hijos? ¡Qué tan fáciles son, a veces, los papás en justificar las conductas de los hijos! Pero cuántas veces una sana corrección puede ser el punto de equilibrio para que ese niño o esa niña no crezcan con distorsiones en sus valores.

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En la mayoría de los casos, la explosión de violencia está indicando una degradación moral que trastorna profundamente el sentido de la existencia humana y las reglas elementales de convivencia. Se hace muy necesario un esfuerzo coordinado de reconstrucción moral en el que intervengan todas las fuerzas sociales: Sociedad civil, estado, escuelas, poder mediático, pero lo que urge reconstruir, sobre todo, es la familia, de donde procede, o no, una verdadera transmisión de valores.

Parece bastante claro que la influencia familiar es muy importante para cada uno de los seres humanos y que la estabilidad de una familia es decisiva. Las crisis familiares derivan, en gran parte, de una carencia de valores y de un mal entendimiento de lo que es el amor conyugal en su punto de partida. Construir una familia supone una tarea diaria, la unidad construida día a día por medio de la fidelidad, el compromiso, la paciencia, la generosidad y el verdadero amor. La sociedad del futuro será lo que sea cada una de las familias que la componen y su aporte en la construcción de una verdadera paz en equidad y justicia para todos.