Jonathan Alexander Espana Eraso

La metamorfosis de lo idéntico

Por: Jonathan Alexander España Eraso

El cuento breve discurre sobre la brevedad misma; esto es, sobre el poder de la síntesis: la trama deviene instante y él brota. Lo breve, al abrirse e interrogar por sus posibilidades, nos abisma y nos regresa a las formas del mundo, a su revelación. En consecuencia, todo cuento breve podría definirse, en palabras de Octavio Paz, mediante una «metamorfosis de lo idéntico», que tiene la disposición del desencadenamiento y la unificación: al leer y releer un cuento breve nos topamos con un ascetismo expresivo en el que acontece el silencio y su elocuencia, como lo analiza el minificcionista argentino Raúl Brasca en relación con la naturaleza de los finales.

En La isla devorada. Antología de cuento breve cubano contemporáneo (2023), publicada por 9Editores (Bogotá) y Editorial Avatares (Nariño) y que se presentará en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, lo anterior se aúna con el tiempo de la escritura, para buscar la intensidad, de modo que el minimalismo narrativo se funda en los poderes verbal e imaginario donde los yo narrativos son un continuo tráfico de personajes, voces y ficciones.

«La isla devorada inventa otra isla de la que se extraen voces cuya fuerza viviente es semejante a lo consumido, a la presencia obliterada, a la metáfora del viaje».

En cada historia de esta antología, las imágenes insertan, en el movimiento y la fluidez del imaginario, la simultaneidad de la elipsis y la sorpresa. En las tramas se va deshilvanando un destino otro; a medida que recobran la anécdota, preparan la instantánea, y se da paso a la enunciación concisa de cada recurso subyacente que expande su propia estructura con miras a una segunda simplicidad. ¿Qué implica lo anterior? Que el cuento breve, como unidad lógica que alberga lo insólito, intensifica la imagen sin necesidad de recurrir a una metafísica de la tensión

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, y aboga por la superficie narrativa, sin relieve, nada porosa, que yuxtapone una análoga visión del mundo.

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Así, partiendo de sí misma, la literatura breve cubana se libera de sus precedentes y va más allá de sus propios fines. Y no crea una naturaleza, más bien se perfila hacia una sobrenaturaleza en la que se materializa el símbolo que modifica y sustituye lo creado, por la cristalización, al estilo de Stendhal y la teoría del amor (la rama inmersa en las minas de Salzburgo, se forra de cristales), de una poiesis, propia del Caribe que se contempla en el reflejo de sí misma.

Las narraciones de este libro, en el marco de una literatura breve cubana contemporánea, no nos regresan al mundo sino que lo vuelven súbito a la vez que regido por un sistema poético en el que las palabras, como memoria, son un principio insular y relacionante. Por ello, La isla devorada inventa otra isla de la que se extraen voces cuya fuerza viviente es semejante a lo consumido, a la presencia obliterada, a la metáfora del viaje.