Monseñor Juan Carlos Cardenas

La “locura” de un rey crucificado

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro

Hoy proclamamos a Jesucristo, Rey del Universo. Les invito a pensar estas facetas de este título dado a Jesús, a la luz del Evangelio (Lucas 23,35-43).

1. Su poder es servir

Es curioso que el día en que llamamos a Jesús Rey, el evangelio nos plantee una escena de la crucifixión. Ya esto nos desmarca de las lecturas erradas que podamos hacer.

En Jesús no hay pompa, exhibición ni desfiles de grandes ejércitos. Al contrario, Jesús aparece desnudo y clavado en una cruz. El Evangelio nos muestra a magistrados y soldados a quienes no les cabe en la cabeza que ese “derrotado” pueda ser el Ungido de Dios que profetizaban las Escrituras. Ellos tienen otra idea: quien venga en nombre de Dios no puede sufrir; el enviado de Dios no puede verse tan vulnerable.

San Pablo llamó a esto el escándalo de la cruz. Con su existencia sencilla y humilde, Jesús nos mostró que la lógica de Dios difiere mucho de la lógica humana; nos enseñó que el verdadero poder es servir.

2. Su defensa es el silencio

Mientras tantos se burlan de Jesús: “que se salve a sí mismo, si él es el Mesías”, Jesús guarda silencio. No cae en el juego, no se deja provocar.

En los reinados humanos se responde a las críticas; y las agresiones pueden desatarse guerras. No sucede así con Jesús. Aprendamos de él a no cazar peleas, a no responder a insultos con insultos o agresiones con agresiones.

Como el Señor, llevemos en el silencio de nuestra oración esos momentos en los que nos sentimos agredidos y perseguidos y dejemos que sea Dios mismo que nos defienda. Confiemos en Él y seamos artesanos de paz.

3. Su ley es amar

En el relato, uno de los malhechores tiene una actitud distinta para Jesús y con humildad le suplica: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Solo ante esa actitud Jesús responde: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Jesús es un Rey amoroso que no se hace esperar cuando se le suplica con humildad, sin arrogancia. Recordemos la misma Palabra de Dios que dice: “Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes” (Santiago 4,6). A este ladrón le promete el paraíso. Se realiza lo que el mismo Jesús proclamó en su vida pública: “no necesitan de médico los sanos sino los enfermos”; “he venido a buscar no a los justos sino a los pecadores”.

Busquemos a Jesús con humildad, pero seamos también humildes entre nosotros y aprendamos a tratarnos con el respeto que él ha nos mostrado, a pesar de nuestra maldad.