La irresponsabilidad que arde como la pólvora

Un video que circula en redes sociales, con dos jóvenes disparándose juegos pirotécnicos uno contra otro, ha encendido la indignación en quienes trabajamos por una cultura de prevención y sentido común. En la grabación, lo que debería ser motivo de alarma ha sido tomado a la ligera, alentado por risas de familiares que parecen olvidar las consecuencias nefastas que estas conductas pueden acarrear.

Pese a los esfuerzos incansables de autoridades municipales, organizaciones y ciudadanos conscientes para promover el no uso de pólvora, estas imágenes evidencian cuánto nos falta por recorrer. ¿Qué mensaje estamos enviando a nuestros jóvenes cuando se normaliza jugar con artefactos explosivos como si fueran juguetes? ¿Qué lección les damos al reírnos de algo que puede desencadenar tragedias irreparables?

La pólvora no es un juego. Su manipulación, por «insignificante» o «inocente» que parezca, puede causar quemaduras, amputaciones, cicatrices permanentes y, en el peor de los casos, la muerte. Cada diciembre nos estremecemos con historias de niños que pierden dedos, ojos o parte de su rostro por este tipo de imprudencias. ¿Por qué entonces seguimos tolerando estas prácticas temerarias?

Más allá del video en cuestión, esto es un llamado urgente a las familias, porque todo comienza en casa. Los padres no solo tienen la responsabilidad de prohibir el uso de pólvora, sino de educar sobre sus peligros. No podemos esperar que las autoridades lo hagan todo: la cultura ciudadana empieza con cada uno de nosotros, al decir no a estas prácticas y al inculcar en nuestros hijos el valor de la vida y el respeto por su integridad y la de los demás.

¿Qué estamos esperando para reaccionar? ¿Que una broma de mal gusto termine en una sala de urgencias? Lo que hoy parece jocoso mañana puede convertirse en luto. Hagamos memoria de cuántos jóvenes han perdido partes de su cuerpo o incluso su futuro por actos tan irresponsables como los que muestra ese video.

No más pólvora. No más indiferencia. No más tragedias que se pudieron evitar. Es hora de que cada uno de nosotros reflexione y actúe, porque este problema no es solo de las autoridades: es nuestro. Y si seguimos normalizando lo inaceptable, solo perpetuaremos el sufrimiento y el dolor. Basta ya.