Juan Carlos Cárdenas Toro

La ineludible tarea de educar los hijos

En el penúltimo capítulo de la exhortación La alegría del amor, el Papa Francisco plantea distintos ámbitos en los que los padres de familia están llamados a asumir su misión de educadores de los hijos, tarea que es ineludible, pues quiéranlo o no, ellos tienen incidencia en el desarrollo moral de estos últimos.

 

  1. ¿Dónde están los hijos?

Con esta pregunta que a muchos nos recuerda una vieja propaganda que circulaba hace varias décadas en la televisión colombiana, el Santo Padre invita a las familias a no «dejar de preguntarse quiénes se ocupan de darles [a los hijos] diversión y entretenimiento, quiénes entran en sus habitaciones a través de las pantallas, a quiénes los entregan para que los guíen en su tiempo libre» (n.260).

Sin pretender motivar un malsano “intervencionismo”, lo que el Papa plantea las bondades que conlleva que la familia defienda momentos para pasar tiempo con los hijos, hablarles con sencillez y de manera cariñosa sobre temas importantes, y ofrecerles opciones para emplear positivamente el tiempo, mitigando de esta manera nocivas invasiones. Es clave considerar que muchas cosas, como valores y hábitos, no se heredan genéticamente sino que necesitan ser comunicadas por medio de la educación.

  1. Formación ética de los hijos

Inculcar valores éticos en los hijos tiene como presupuesto, según el Papa Francisco, la confianza que los padres inspiran con su afecto, coherencia y testimonio. En este sentido, el Sumo Pontífice declara que «la tarea de los padres incluye una educación de la voluntad y un desarrollo de hábitos buenos…» (264).

Agrega el Papa que «una formación ética eficaz implica mostrarle a la persona hasta qué punto le conviene a ella misma obrar bien», sin poner tanto el acento en el solo esfuerzo y las renuncias. También insiste en el potencial de una libertad bien encauzada y balanceada con el sentido de la responsabilidad.

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  1. Valor de la sanción como estímulo

Aunque en nuestro tiempo hablar de sanciones parece chocante, aquí no se está canonizando el castigo físico o moral ni la violencia de cualquier tipo que esta sea. Lo que el Papa propone es una pedagogía que ayude a los hijos a comprender que las malas acciones tienen consecuencias. Las sanciones deben tener una función informativa, como por ejemplo, «orientar al niño con firmeza a que pida perdón y repare el daño realizado a los demás» (n. 268).

«El hijo que comete una mala acción debe ser corregido, pero nunca como un enemigo…» sino con el amor propio de quien se interesa por él y quiere lo mejor para él.

Por supuesto, junto a las correcciones (positivamente manejadas) es muy valioso reconocer los esfuerzos.

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro