El alfabetismo digital se convirtió en una habilidad esencial para la vida moderna. No se trata solo de manejar aplicaciones, sino de entender cómo funciona la tecnología, reconocer riesgos y usar herramientas digitales de forma segura y crítica.
En el caso de los jóvenes, aunque muchos son usuarios frecuentes, no todos poseen competencias profundas. Saber navegar en redes sociales no equivale a comprender privacidad, ciberseguridad o verificación de información. La sobreexposición a contenidos y la presión social también afectan su bienestar mental.
Los adultos se enfrentan a un desafío distinto. Muchos crecieron sin internet y deben aprender desde cero habilidades necesarias para el teletrabajo, la banca digital o los trámites públicos. Existen programas públicos y privados para capacitar a esta población, pero aún hay brechas importantes.
La alfabetización digital también implica pensamiento crítico: distinguir fuentes confiables, detectar desinformación y comprender cómo los algoritmos moldean la experiencia online. En un mundo saturado de información, estas habilidades son fundamentales para la participación ciudadana.
El futuro laboral dependerá cada vez más de estas competencias. Desde oficios técnicos hasta profesiones creativas, todos requieren un manejo adecuado de herramientas digitales. La formación continua será clave para evitar que las brechas de acceso se conviertan en desigualdades permanentes.