La foto enterrada en el cementerio

¡Pero cuidado!, era muy peligroso entregarles a cualquiera esas fotos, como lo puede atestiguar Hernán*, quien un día, enamorado locamente de su vecina le entregó su fotografía.

Debido al avance de la tecnología, ya poco se ven esas fotos de carnet, que a los enamorados les encantaba intercambiar en tiempos pasados.

¡Pero cuidado!, era muy peligroso entregarles a cualquiera esas fotos, como lo puede atestiguar Hernán*, quien un día, enamorado locamente de su vecina le entregó su fotografía.

Pero, como el amor no es eterno, resulta que un día Hernán y su adorada novia, tuvieron una discusión por celos y decidieron terminar sus relaciones.

Unos días después de ese rompimiento, Hernán empezó a sentirse mal. A pesar de tratarse de un joven de años, de buena contextura, sentía como día a día se iba deteriorando anímica y físicamente y le aquejó una extrema debilidad, por lo que decidió acudir donde el médico, quien no pudo encontrar las razones para su mal estado de salud.

Asustado, le contó lo que le estaba pasando, a un amigo, amante de los temas esotéricos, quien le dijo que la única explicación posible, era que estaba siendo  víctima de un maleficio, producto de la magia negra.

Así aunque no creía en esos temas, acudió a una bruja quien le confirmó lo dicho por su amigo y al darse cuenta de sus síntomas le preguntó si le había dado su fotografía a alguien. Si, a quien era mi novia, le contestó y la hechicera le dijo, “a usted lo están atacando con el maleficio de la carne. Su foto la envolvieron con un pedazo de carne y la enterraron en el cementerio y a medida que la carne se va pudriendo usted se va enfermando. Dígale a su exnovia que desentierre su foto o sí no usted se va a morir en cuestión de pocos días. Afortunadamente, al verse descubierta, la mujer accedió, desenterró la fotografía y la carne que como es de suponer ya estaba descompuesta y le pidió perdón por lo que había hecho, movida por los celos. Parece una historia increíble, pero en realidad sucedió, lo que nos muestra que como reza el dicho popular, no se debe creer en brujas o brujerías, pero que las hay, las hay y bien peligrosas, por cierto. 

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