Decíamos la semana anterior que nos abruma los bruscos cambios políticos en el continente al sur del Rio Grande, frontera de Méjico y los Estados Unidos y la encrucijada de América Latina.
Pero antes de continuar hacia el sur, Norteamérica de Biden, no deja de sorprendernos con el fenómeno Trump, que, en medio de un colosal enredo judicial, es el candidato a la nominación presidencial por el partido Republicano que encabeza el voto de opinión, desplazando al más opcionado gobernador de La Florida, Di Santis.
En Sudamérica, miremos a Chile, Colombia y Brasil, que en un año pasaron de gobiernos de derecha, a la izquierda. En buena hora Brasil retornó a Lula da Silva después del desastre de Bolsonaro, cercano a un régimen fascista, anti ecologista que iba en camino de la destrucción del Amazonas y con tendencias militaristas absolutistas.
En Chile, el triunfo de Boric cercano a la extrema izquierda es la esperanza de un cambio definitivo en el país austral y tan querido para Colombia. Justamente se cumplieron cincuenta años de la dictadura de Pinochet tan nefasta no solo para Chile sino para todo el continente.
Como en Colombia los palos en la rueda de la extrema derecha, han torpedeado el nuevo amanecer de Chile, con una nueva frustración que se asoma en contra del clamor popular de una nueva Constitución y reformas que se expresaron en el movimiento de hace casi cuatro años y cuyo líder fue precisamente el actual presidente.
Existe mucha inquietud continental por lo que pueda suceder en Argentina, después de la “primaria” donde ganó el ultra derechista Javier Milei. Después del desencanto de la gente joven por la situación de inflación galopante, votan por un “redentor” esperando un milagro, que obviamente no vendrá por mano de un malabarista del circo político en que está sumida Argentina. El otro candidato sería Mazza, actual ministro de economía. Continuará.