La capacidad de atención humana se ve cada vez más fragmentada. Entre notificaciones, videos breves y multitarea constante, mantener la concentración sostenida se vuelve un reto. Esta “crisis de la atención” afecta la productividad, el aprendizaje y la salud emocional.
Las plataformas digitales compiten por segundos de atención. Sus algoritmos están diseñados para maximizar la permanencia mediante estímulos constantes. Aunque no existe evidencia sólida de que la atención esté “dañada”, sí hay estudios que muestran que la exposición continua a interrupciones reduce la capacidad de enfoque profundo.
El trabajo y el estudio también se ven afectados. Las tareas que requieren reflexión prolongada se postergan o se realizan con interrupciones constantes, lo que disminuye la calidad. Algunas personas recurren a técnicas como el método Pomodoro o la eliminación temporal de redes sociales para recuperar la concentración.
La lectura larga, antes de una práctica común, se está volviendo a un hábito difícil de mantener. Sin embargo, aún existe una comunidad interesada en libros, ensayos y artículos extensos, lo que demuestra que la atención puede entrenarse.
La clave está en diseñar entornos más saludables. Silenciar notificaciones, limitar multitarea y reservar espacios sin pantallas son estrategias efectivas. La solución no es demonizar la tecnología, sino aprender a usarla sin sacrificar la capacidad de enfocarse en lo importante.
