La comparación no te informa, te desgasta

Compararse parece inevitable, pero no es inocente. No estás comparando datos objetivos, estás comparando tu interior desordenado con el exterior editado de otros.

La comparación constante no te vuelve ambicioso, te vuelve ansioso. Mueve el objetivo todo el tiempo. Nunca llegas, porque siempre hay alguien más avanzado, más joven o más seguro en apariencia.

El problema no es admirar, es usar la vida ajena como regla para castigarte. La comparación rara vez inspira acción concreta; más bien drena energía y claridad.

Cada proceso tiene ritmos distintos, condiciones invisibles y costos ocultos. Ignorar eso no te hace exigente, te hace injusto contigo mismo.

La única comparación útil es temporal: tú ahora versus tú antes. Todo lo demás es ruido.