Hace un año, el creador de contenido Lucho Kook abrió las puertas de un proyecto que nació como un sueño y hoy es una realidad vibrante: Koocina Lab, un espacio único en Bogotá que ha transformado la forma de vivir la gastronomía.
En su primer aniversario se ha consolidado como un lugar donde no solo se disfruta de experiencias culinarias inolvidables, sino donde también se aprende, se experimenta y se construyen sueños alrededor de la cocina.
A diferencia de los restaurantes tradicionales las luces no apuntan únicamente a chefs consagrados, sino que abre el telón a nuevos cocineros y emprendedores que encuentran allí un escenario para expresar su talento.
“nació para que los chefs que siempre estuvieron en la sombra de una cocina de restaurante pudieran protagonizar sus propias creaciones, probar ingredientes distintos y mostrar lo que realmente quieren contar con sus platos”, explica Lucho.
Los talleres gastronómicos se han convertido en el corazón del proyecto: desde clases de sushi y pasta, hasta cocina libanesa y de autor, en un formato accesible y cercano para todos.
Más que aprender recetas, los asistentes se llevan la posibilidad de compartir con amigos, fortalecer vínculos familiares o incluso descubrir un camino para emprender.
“Soñamos con que una persona que aprenda a hacer pastelería o pasta aquí pueda montar un pequeño negocio propio. Esa es la magia de enseñar desde el corazón y hacerlo posible para cualquiera”, agrega.
No solo es un laboratorio de cocina, también es un hogar. Diseñado con la calidez de una casa, cada experiencia invita a quedarse, a disfrutar y a volver. No es extraño que quienes participan aseguren que no quieren irse, que se sienten acogidos y parte de una comunidad.
En este recorrido, Baileys ha sido un aliado especial, aportando su versatilidad a postres, cocteles y cenas temáticas que sorprenden por su creatividad. Más que un ingrediente, se ha convertido en un símbolo de lo inesperado y lo acogedor, un reflejo del espíritu de Koocina: transformar lo cotidiano en algo extraordinario.
El futuro ya empieza a cocinarse: desde la idea de lanzar cursos progresivos que funcionen como una escuela accesible para todos, hasta el sueño de crear un edificio con diferentes espacios diseñados para experiencias culinarias, talleres, grabaciones y cenas privadas. Un ecosistema completo donde la gastronomía siga siendo vehículo de aprendizaje, emprendimiento y unión.
Este primer aniversario no es solo una celebración: es un punto de partida para seguir consolidando como un espacio democrático de la cocina, donde se vive y se comparte el amor por la gastronomía. Un año después de su apertura, la premisa sigue siendo la misma: abrir la mesa, encender la estufa y dejar que los sabores y las personas cuenten su historia.

