
En una pequeña finca de Nariño, entre la humedad de la tierra y el aroma de la madera fresca, Julián Noguera abre la puerta a un mundo que pocos imaginan: el universo de las setas orellanas. Lo que empezó como una inquietud sobre los hábitos alimenticios de los colombianos se transformó en una apuesta por la salud, la sostenibilidad y el empoderamiento de la comunidad. “Nos preocupaba lo que estábamos consumiendo día a día. Queríamos alternativas realmente nutritivas y sostenibles”, recuerda Julian, con la convicción de quien ha convertido un sueño en acción.
De esta búsqueda nació Kallampa, un proyecto familiar que rescata una tradición ancestral: las setas, que sus antepasados llamaban “kallampas” y recolectaban en época de lluvia. Hoy, el nombre también simboliza innovación, economía local y bienestar. La familia Noguera Everardo, Camila, Ximena, Pedro y Julian transformó la fungicultura en un puente entre la historia y el futuro.
Cultivar setas es un acto sencillo pero revolucionario. No requiere grandes cantidades de agua, se nutre de residuos agroindustriales y evita químicos dañinos. Además, garantiza producción todo el año y genera alimentos ricos en proteínas, vitaminas y fibra. Para Julian, es más que una oportunidad de negocio: es una forma de devolverle al territorio lo que este les da, formando campesinos, jóvenes emprendedores y madres cabeza de familia, rompiendo la dependencia de intermediarios.
Hoy, Kallampa no solo produce setas; produce esperanza. Julian lo dice con firmeza: “En Nariño sí es posible innovar, agregar valor y construir un futuro digno”. Y mientras las orellanas crecen, también crece la certeza de que los pequeños cultivos pueden sembrar grandes transformaciones.

