Jóvenes practican deporte extremo para combatir el consumo de drogas

En las calles de Pasto, una nueva generación de jóvenes ha transformado la imagen del stunt, esa disciplina que consiste en realizar acrobacias extremas sobre motocicletas, en mucho más que un simple espectáculo. Hoy, para muchos de ellos, esta práctica se ha convertido en una verdadera herramienta de cambio personal y colectivo, una salida frente al estrés diario, las presiones sociales y, sobre todo, el riesgo del consumo de sustancias psicoactivas.

Durante los últimos años, el número de jóvenes que se unen a esta comunidad no ha parado de crecer. Lo hacen no solo por la emoción que brinda la velocidad y el control sobre la moto, sino porque allí encuentran un espacio de pertenencia, disciplina y apoyo mutuo. Son chicos y chicas de diferentes barrios, con historias diversas, pero con una pasión común: dominar la moto y dominar su propio camino.

“Muchos de nosotros venimos de entornos difíciles. Aquí encontramos algo que nos motiva a seguir adelante, que nos hace sentir capaces y útiles”, explica Juan Sebastián Narváez Contreras, uno de los líderes del colectivo Stunt Pasto. A su lado, figuras como David Polo, Richard Gonzales, y el líder social Camilo Romero, han logrado convertir este deporte en un movimiento con impacto social real.

Más que acrobacias

“Cuando uno está practicando, no piensa en otra cosa que no sea concentrarse. Es como una terapia”, comenta David Vinueza, joven piloto del grupo. La práctica del stunt, lejos de promover imprudencias, exige autocontrol, respeto por las normas de seguridad y trabajo constante para perfeccionar las maniobras. De hecho, muchos de estos jóvenes han comenzado a impartir talleres de seguridad vial y entrenamientos dirigidos a principiantes, fomentando una cultura de responsabilidad sobre dos ruedas.

En su mayoría, entrenan en espacios abiertos como «La Pastusidad» o zonas alejadas del tráfico vehicular. Aunque muchos piden mayor apoyo institucional para contar con pistas o lugares adecuados para practicar, reconocen que la comunidad ha crecido gracias al compromiso colectivo y la solidaridad entre miembros.

“Nuestro objetivo no es solo hacer piruetas. Queremos demostrar que con disciplina podemos cambiar nuestra historia. Aquí no se toleran las drogas, ni las malas actitudes. Si alguien llega con problemas, se le escucha, se le orienta y se le integra”, señala Camilo Romero, quien ha acompañado varios procesos juveniles en barrios del norte de la ciudad.

El stunt también ha servido como motor de solidaridad. En momentos difíciles, como el incendio del barrio Caicedo en 2023, este colectivo fue uno de los primeros en organizar campañas de recolección de alimentos, ropa y utensilios. Con sus motos recorrieron barrios, recolectaron donaciones y las entregaron personalmente.