Padre Narciso

Jesús: un extraordinario comunicador

POR: P. NARCISO OBANDO

Hoy desafortunadamente vivimos en una sociedad enmarcada por los antivalores, por la presión del stress, por el consumismo desmedido. Por esta razón quienes tenemos la responsabilidad de comunicar siempre nos preguntamos: ¿Cómo transmitir mejor nuestro mensaje?, ¿cómo construir un mensaje de salvación, de fe, de esperanza y de caridad?

En Jesús encontramos algunas ideas que nos pueden ayudar: Partamos en situarnos en medio de nuestro prójimo y de su historia, es decir, comprender la realidad de nuestra sociedad. Jesús utilizó un lenguaje directo, apropiado, cargado de una simbología propia de la cotidianidad en la cual creció y vivió; un código acorde con el público al cual dirige su mensaje.


Jesús vivió todas las costumbres y actividades de su época, enseñanzas recibidas de sus padres, y en especial de su madre, quienes lo instruyeron en la realidad de su entorno. Un mensaje de una gran sencillez; pero a la vez de una gran profundidad doctrinal. Un mensaje que está dirigido al corazón y a la mente de los hombres de su época y que trasciende hasta el hombre de hoy.


Otro aspecto es el carácter preferencial por los marginados. Es el público por excelencia de su mensaje. Era escuchado por una gran diversidad de personas; pero su intención apuntaba a públicos muy concretos: Los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia entre otros.

Su cercanía y actitud con las personas es otro componente que debemos destacar. Jesús sabe escuchar, observar, contemplar y penetrar en lo profundo de los corazones. Escuchó a todas las personas que se le acercaban: a los discípulos, a sus amigos, a los niños, a los soldados, a los cobradores de impuestos, a las prostitutas, a los enfermos, a los que ostentaban el poder político, a los que representaban el poder religioso, al ladrón, en definitiva, todo aquel que tuvo un contacto con Jesús encontró un solo mensaje, pero con palabras acordes a su entendimiento y a la voluntad de su mente y alma.

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Un mensaje que respetaba la libertad. Jesús era un hombre de diálogo. No importa el tiempo. Él se encontraba con el prójimo y utilizaba el tiempo necesario para dialogar. Durante sus encuentros, Jesús mantenía un diálogo tranquilo, sereno, de una gran escucha y al mismo tiempo de una seguridad en su doctrina y en su mensaje.


No sólo es la correcta selección de sus palabras, de sus gestos y de sus actos; él sabía seleccionar los espacios para comunicar su mensaje y seguiría predicando desde lugares en los cuales podía ser escuchado, incluyendo otros territorios.


La Buena Nueva la enseñó utilizando paralelamente otros signos del Reino de los Cielos, los milagros. Otra forma de comunicar el mensaje que avalaba su predicación. En especial la enseñanza correspondiente a la fe, condición necesaria para alcanzar la sanación.

Jesús es ejemplo de su palabra y quienes están a su alrededor lo conocen por su predicación, sus obras y su testimonio. En definitiva, la misión que Jesús encomienda a sus discípulos es comunicar. La comunicación de Jesús es un signo de comunión porque además de transmitir la Buena Noticia con sentimiento, con verdad, con sabiduría.