La historia de Jenifer de la Rosa, conocida como “la hija del volcán”, simboliza una de las tragedias más dolorosas de Colombia: la avalancha del Nevado del Ruiz que el 13 de noviembre de 1985 sepultó la ciudad de Armero y causó la muerte de unas 25.000 personas. Jenifer sobrevivió con apenas una semana de nacida, mientras que sus padres desaparecieron entre los escombros. Décadas después, su caso se convirtió en un ejemplo de los cientos de niños que fueron adoptados tras el desastre, muchos mediante procesos confusos o irregulares, y que crecieron sin conocer su verdadera identidad.
De la Rosa fue adoptada por una pareja española y creció en Valladolid, donde sus padres adoptivos siempre le contaron que era colombiana y había sobrevivido al volcán. Sin embargo, desde niña sintió curiosidad por sus orígenes, motivada por sus diferencias físicas y culturales con su entorno. Durante años evitó hablar del tema, hasta que, ya adulta, decidió regresar a Colombia para buscar respuestas. Su viaje se transformó en una investigación personal y profesional que dio origen al documental Hija del volcán, en el que relata su búsqueda de identidad y los retos de los llamados “niños de Armero”.
En su investigación, Jenifer contactó con la Fundación Armando Armero, organización dedicada a reconstruir la memoria del desastre y a reconectar a las familias separadas. Allí conoció testimonios de otros adoptados y halló a personas que cuidaron de ella cuando era bebé. Gracias a esas pistas, descubrió que su madre biológica, Dorian Tapazco Téllez, había sobrevivido inicialmente, pero luego desapareció y cambió de nombre. En paralelo, la periodista encontró a otra mujer, Ángela Rendón, quien también buscaba a su madre y compartía el mismo nombre materno.
Con apoyo de la Fundación, ambas se sometieron a pruebas de ADN que confirmaron que eran hermanas biológicas separadas desde la tragedia. El emotivo reencuentro, ocurrido tres décadas después, fue documentado por las cámaras y conmovió al país. Aunque el primer encuentro fue distante para Jenifer, con el tiempo ambas comenzaron a construir una relación marcada por la emoción, la confusión y el deseo de recuperar los años perdidos. Para Ángela, el hallazgo fue “el mejor regalo posible”, mientras que Jenifer lo considera una pieza crucial en su búsqueda de identidad.
A pesar del reencuentro, las hermanas no han logrado hallar a su madre y enfrentan frustraciones por la falta de información y la opacidad institucional. De la Rosa denuncia que muchos expedientes de adopción fueron alterados o incompletos, y que funcionarios de la época priorizaron la rapidez del proceso sobre la verdad familiar. Incluso se han reportado casos de adopciones en las que se pagaron sumas de dinero. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) reconoce que en ese entonces existían vacíos legales, por lo que cada caso debe investigarse individualmente antes de establecer irregularidades.
Cuarenta años después del desastre, la Fundación Armando Armero sigue ayudando a familias a reencontrarse mediante pruebas genéticas. Hasta la fecha, se han logrado cuatro coincidencias por ADN, aunque cientos de familias continúan buscando a sus seres queridos. El ICBF anunció la digitalización del “Libro rojo” de la tragedia, que recopila los registros de los menores rescatados, como parte de un esfuerzo por recuperar la memoria histórica. Para Jenifer de la Rosa, su historia representa no solo una búsqueda personal, sino también una deuda pendiente del Estado colombiano con las víctimas de Armero y sus descendientes.
