“(…)
Mi voz la que está gritando
Mi sueño el que sigue entero
Y sepan que solo muero
Si ustedes van aflojando
Porque el que murió peleando
Vive en cada compañero”.
Fragmento de: Milonga del Fusilado – Los Olimareños.
La semana pasada se erigió en el barrio San Felipe una estatua que tiene por objetivo brindar un homenaje a la memoria y lucha de Jairo Moncayo Pascuaza (estudiante de sociología de la Universidad de Nariño). El que siempre fue un promotor y defensor de los derechos humanos, asesinado el 16 de septiembre de 2003, por orden de los paramilitares con la complicidad del DAS y la fuerza pública, es decir, del Estado.
En agosto del presente año, ante la Comisión de la Verdad, los ex paramilitares Guillermo León Marín y Aníbal Gómez narraron cómo fue el proceso y quién dio la orden con la que se perfilaron y asesinaron a los estudiantes Jairo Moncayo, Adriana Benítez, Marco Salazar, Tito Libio Hernández y Martín Rodríguez; sucesos que marcaron la denominada “época negra de la Udenar”.
Lo cierto es que las fuerzas oscuras que gobernaron -y gobiernan- este país pensaron que, con el asesinato de estos jóvenes, la lucha por dignificar la vida se iba a apagar, sin embargo, no contaron con que eran semillas de rebeldía que hoy germinan en todo el país.
Según el filósofo Walter Benjamin, es necesario fundar una nueva historia en la que cuestionemos sin miedo el pasado oficial, pues solo de esta manera podremos revindicar el futuro; por eso Jairo Moncayo merece tener un lugar en el sitio donde fue asesinado, pues su historia debe ser contada de generación en generación y su imagen ahora, integra la verdadera historia que se intentó callar durante años. ¡Por nuestros muertos ni un minuto de silencio!
Adenda: Debemos procurar cuidar la estatua de Jairo Moncayo, puesto que la ultraderecha de Pasto -esa minoría de “gente de bien”-, se siente en peligro ante el presente estallido social que venimos viviendo de un tiempo acá. Nada raro sería que en un futuro no muy lejano esta sea derribada.
Por: Nicolás Escobar Bejarano