Tarragona, 13 de octubre de 2025 – El sur de la provincia de Tarragona amanece bajo un manto de lodo y devastación tras las lluvias torrenciales de la DANA «Alice», que ha cobrado al menos 47 vidas y dejado decenas de desaparecidos en un escenario de caos que evoca la gota fría de Valencia en 1957. Precipitaciones de hasta 450 l/m² en 24 horas han desbordado barrancos como el Francolí y el Siurana, inundando pueblos como Valls y Reus, donde rescates con helicópteros han salvado a más de 200 personas varadas en techos y autos. La Protección Civil reporta 47 confirmados muertos –incluyendo 15 niños en un autobús escolar atrapado– y al menos 30 desaparecidos, cifra que podría subir con el colapso de infraestructuras.
El Corredor Mediterráneo está suspendido, con trenes desviados y autopistas como la AP-7 cortadas por deslizamientos. La presidenta de la Generalitat, Pere Aragonès, decretó estado de emergencia, movilizando 5.000 efectivos y solicitando ayuda militar. «Es una catástrofe climática que no podemos ignorar; el cambio global nos golpea con furia», declaró Aragonès en una rueda de prensa improvisada en el CECOPI de Barcelona. Expertos de AEMET atribuyen la intensidad a un anticiclón debilitado y calentamiento mediterráneo, con temperaturas superficiales 3°C por encima de lo normal. En Ibiza, el aeropuerto se inundó, atrapando a la presidenta balear Marga Prohens en un avión durante horas.
Voluntarios y el Ejército limpian escombros, mientras la UE envía 50 millones de euros en ayuda inmediata. Comunidades indígenas en el Delta del Ebro, sin agua potable desde hace meses, agravan la crisis. Un superviviente de Reus relató: «El agua subió como un monstruo; perdí todo, pero la vida es lo primero». Este desastre, el peor en España desde 2019, reaviva debates sobre adaptación climática, con el Gobierno central prometiendo un plan nacional de infraestructuras resilientes.

