Pablo Emilio Obando.

Indignantes escenas en las calles de Pasto

Por: Pablo Emilio Obando

Vemos aproximadamente a diez policías con armas y pistolas eléctricas enfrentando la angustia de un humilde trabajador que en su terror y desesperación trata de defender el único medio de trabajo que se constituye en el sustento de su familia. Bien lo dijo el presidente Gustavo Petro Urrego en uno de sus discursos en defensa de los colombianos que la policía no está para quitarle las carretas a los vendedores ambulantes… Que son la expresión de la inequidad, injusticia y desigualdad social.

Uno de los asesores periodísticos y ampliamente reconocido en nuestra ciudad, expresa que con este tipo de operativos se comete toda una serie de irregularidades e ilegalidades por cuanto no se expiden los documentos de incautación pertinentes. Se agrede y nada más. El problema es complejo por cuanto abarca situaciones de diversa índole: pobreza, marginalidad, inequidad, ausencia de políticas laborales municipales, informalidad y todo cuanto ello implica. Basta ver el llanto de una madre de edad avanzada en una entrevista que le realiza el periodista Miguel Villarreal para sentir ese profundo dolor que embarga a cientos de habitantes que expresan su vulnerabilidad con llanto y profundo dolor.

Estamos de acuerdo que necesitamos recuperar el espacio público en nuestra ciudad, pero como lo dice el periodista «NO ÚNICAMENTE SE TRATA DEL QUÉ SINO TAMBIÉN DEL CÓMO».

Y no es con esa brutalidad policial y administrativa como se va a lograr recuperar el espacio perdido; se requiere inteligencia, sensibilidad, cordura y un estudio serio que permita brindar alternativas en materia laboral. Con golpes, armas, golpes y amenazas únicamente se alcanza un mayor resentimiento social y el incremento de acciones ilegales que colmarán las cárceles y fomentará el desorden social.

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La respuesta del vendedor ambulante si bien no es justificable, sí es entendíble. Y merece un acto de perdón por parte de la alcaldía municipal, de sus funcionarios y de la policía que en este caso actúa de una manera descortés, grosera e irresponsable.

Queda demostrado que las políticas municipales deben traducirse en resultados claros y contundentes que permitan un avance en materia tan sensible como la laboral. No es con leoncitos ni payasos como lograremos, superar los altos índices de pobreza y miseria que tenemos en nuestro municipio.

Calles libres, sí. Pero con ciudadanos tratados dignamente y con el respeto que su condición les merece. Ayer usaban las tribunas para expresar la defensa del humilde trabajador, hoy callan o aplauden las actuaciones deplorables de un funcionario que parece olvidar su contrato social expresado en campaña.

Una ciudad que trata así a su gente, debe prepararse para todas las tragedias, para todos los trágicos más bajos que un pueblo puede merecer y soportar.