Comienzo declarando que lo que a continuación se afirma tiene como antecedente el texto de Avaro Cepeda Samudio, escritor y periodista barranquillero perteneciente al grupo de “La Cueva” del cual también formaron parte Gabriel García Márquez y Alejandro Obregón entre otros.
Fue repasando algunas de sus columnas de opinión publicadas en el Heraldo de Barranquilla, El Universal de Cartagena y El Espectador de Bogotá que me encontré con una que bien muestran como esa manía de hablar y hablar de todo, de conceptuar y presuponer para terminar descalificando o alabando a cualquier santo y sus milagros, no ha dejado de practicarse y por el contrario, con esto de la comunicación interactiva se ha exacerbado hasta convertirse en una, sino peligrosa, si preocupante pandemia.
En la columna del maestro Cepeda Zamudio se hace referencia a “los bobales” una expresión propia de los barranquilleros, según el autor, con la cual se denomina a las personas dedicadas día y noche, casi que, sin dormir, a opinar con derroche de vocabulario técnico, como si de verdad supieran del tema que los ocupa cada día, casi siempre relacionado con los sucesos acaecidos recientemente o que se prevén.
Cepeda Samudio explica el termino bobales y lo relaciona con bobería que de acuerdo con la RAE es aquello caracterizado por ser, inicuo, candoroso, lo dicho o hecho por una persona corta de entendimiento. Bobal según el autor de “La Casa Grande” y de la famosa entrevista a “Garrincha” es un regionalismo barranquillero utilizado para determinar a la persona cuyas boberías rebasan cualquier medida, tan así, asegura el escritor de la Ciénaga, que los autores de boberías no pasaron desapercibidos, acreditaban reconocimientos y reputación por lo que terminaron convertidos en personajes con los cuales se debía de contar en todo evento.
Lo que los hacía pensar en que los tomaban en serio por lo que no desaprovechaban ocasión para ganar audiencia, por ello cada vez más se afanaban po estar al día con los titulares de las noticias económicas, deportivas, de farándula y hasta científicas. Sin importar de donde provengan: nacionales, internacionales o regionales.
Ahora, si se observa por fuera de la costa y de la época del escritor cenéguense para pensar en la existencia aun de “Los Bobales”, suficiente es con ir a los portales de internet, a las redes sociales. Ver, oir, leer a esos llamados creadores de contenidos o influenciadores. Muchos de ellos también revestidos con la importancia de ser personajes de la vida social diaria por lo que opinan, su fama de opinadores le alcanzó a más de uno para llegar a ocupar un puesto en el congreso y una vez sentados ahí continuar cometiendo boberías.
Porque si la información por allá a mediados del siglo veinte fluía despacio a través de la radio, la prensa escrita y la televisión, gracias a lo cual los comentaristas oficiales de cafetines, parques, barberías agotaban la temática en semanas largas de tardes mucho más largas y no obstante las conjeturas a las que llegaban no eran más que ampulosas y descabelladas hipótesis o conclusiones.
Ahora en la era de los satélites, la internet y la fibra óptica, cuando no es lluvia la que cae, sino una tormenta de información, por más atento que se permanezca es imposible sentarse a razonar por cada palabra cada instante. Pero si no lo hicieron los bobales barranquilleros por allá cuando la prensa se leía en los parques para repasarla en las cafés, acompañados de un tinto, aun ladito de las mesas de billar, por lo que se puede decir que los primeros descaches los cometían comentando la noticia del día. En este siglo sí que menos, frente a una pantalla grande o pequeña y como desarrollo de un ejercicio narcisista, que diferencia a las boberías de ahora.

