En el vibrante desfile de los colectivos coreográficos, una figura destacó entre la multitud: Gabriela Ortiz Checa, una comunicadora social apasionada por la danza, el arte y los conocimientos ancestrales. Encabezando el colectivo Amaru, Gabriela se convirtió en el epicentro de la atención al representar el espíritu del poder.
Con un vestido rojo que simbolizaba el fuego transmutador de la energía en la ceremonia de la ayahuasca, Gabriela cautivó con movimientos llenos de significado, evocando la necesidad imperante de transmutar. Se convirtió en la personificación de la Ayahuasca, fusionando la danza con la espiritualidad.
Su atuendo, más que una elección estética, fue una expresión simbólica. El sonido de la limpia resonaba en su vestimenta, adornada con Chachas de semillas en brazos y talones de los pies. En cada movimiento, Gabriela limpiaba la senda y expresaba gratitud por las cosechas, personificando la Ayahuasca hecha mujer.
Este desfile no solo fue un espectáculo visual, sino también una experiencia sensorial y espiritual guiada por la pasión y la dedicación de Gabriela Ortiz Checa, una mujer de rojo que trascendió la pasarela para convertirse en la personificación de la conexión entre el arte, la danza y lo ancestral.