Fue bueno que los colombianos conociéramos gran parte de la amarga realidad que se vivió en esos aciagos años del conflicto armado, gracias al informe de la Comisión de la Verdad, reporte que todavía sigue dando que hablar.
Naturalmente, tratándose de esas épocas de violencia y barbarie que en el informe se asomaron como la punta de un iceberg no podíamos esperar un cuento de hadas. Nada de eso. El informe es duro, sobrecogedor y, sobre todo, triste, y en algunos de sus pasajes, nos produce ganas de llorar.
Lo que consigna en sus páginas es el recuento de una nefasta época que no se debe repetir en Colombia y nosotros agregaríamos, en ninguna parte del mundo.
Secuestros infames en los que se imponía a las víctimas toda clase de indignidades, masacres, desplazamientos, desapariciones violaciones y abusos sexuales, atentados y toda clase de episodios en los que la violencia siempre era el común denominador, quedaron consignados para la posteridad en esas narraciones de las víctimas y de los gestores de tanto horror y maldad.
No nos sorprende entonces, que el informe de la Comisión de la Verdad, haya causado hasta el momento, tanta polémica, controversia e inclusive rechazo por parte de algunos sectores políticos, como sucedió con la senadora María Fernanda Cabal, quien no vaciló en irse lanza en ristre, contra el presidente de la comisión, el padre Francisco de Roux.
Pero insistimos en que fue conveniente que esos detalles tan escabrosos, como los que entregaron los responsables de los falsos positivos y los excomandantes de la extinta guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Farc, salieran a la luz pública, en toda su espantosa crudeza.
«Naturalmente, tratándose de esas épocas de violencia y barbarie que en el informe se asomaron como la punta de un iceberg no podíamos esperar un cuento de hadas. Nada de eso. El informe es duro, sobrecogedor y, sobre todo, triste, y en algunos de sus pasajes, nos produce ganas de llorar».
Esto permitió que millones de colombianos, quienes quizá por residir en grandes ciudades donde la influencia de los grupos armados ilegales no fue tan grande, pudieran conocer de primera mano el pavor de esos tiempos.
Consideramos que este informe de la Comisión de la Verdad, en primera instancia debe tener una importancia transcendental en lo que tiene que ver con la no repetición. Esto es primordial, así como el llamado para que, en lugar de seguir discutiendo sobre las bondades o no del documento, pensemos en las víctimas del conflicto armado y como podremos hacer para ayudarlas, con la implementación de las propuestas que hace la Comisión de la Verdad.
En ese sentido, debemos tomar muy en cuenta que el documento no solo es la serie de testimonios que se recogieron, que sin ninguna duda constituyen la mayor fortaleza del trabajo desarrollado por la comisión, sino que también incluye numerosas recomendaciones que se deben seguir, puesto que, de lo contrario, estaríamos perdiendo el tiempo.
Esperamos entonces que esta histórica verdad nacida de miles de testimonios, sea el punto de partida para la reconciliación que tanto anhelamos. Como suele decirse, en muchas oportunidades, la verdad duele, pero también es conveniente conocerla, para no repetir los mismos errores.
No olvidemos que la Comisión de la Verdad, lanzó su informe bajo el lema de “Hay futuro si hay verdad”. Hoy, la mayoría de los colombianos, gracias a la gran publicidad que se le ha dado al contenido del informe, sabemos muchas cosas que antes desconocíamos sobre este conflicto armado que tanto daño nos ha causado.
Por lo tanto, nuestra misión debe ser la de empezar a trabajar de inmediato por la Colombia de los años venideros con base en las recomendaciones que hace la Comisión de la Verdad y su socialización de unos hechos que deben quedar para siempre en el pasado.