La profesión de profesor es una de las más dignas del mundo y desde la antigüedad se enunciaba como esencia de la cultura con un simbolismo que denotaba progreso. En el Oriente, las Escuelas de los Misterios entregaban un conocimiento que aportaba sabiduría y poder.
No sin razón, en el medioevo se utilizaba el saber por parte de las élites para demostrar su dominio y la ignorancia era un requisito de éste. Hacer que sólo una porción ínfima accediera a procesos intelectuales que desarrollaran la investigación y la ciencia era su objetivo.
Sin embargo, el avance social y la lucha por los derechos humanos fundamentales posibilitaron que la educación se hiciera pública permitiendo a millones optar por su propio espacio de perfeccionamiento. Sin embargo, la lucha no ha sido fácil pues hasta ahora obtener ese derecho incluye incluso la lucha por la vida.
«El estudiante, el maestro, la ciudadanía, deben ser escuchados y atendidos en su legítima protesta y derechos. No hacerlo es símbolo de la desidia ante la justeza social imperiosa”.
El magisterio colombiano, por dar un solo ejemplo en América Latina, ha sido golpeado permanentemente y hoy se hace claro que la eliminación de maestros por el sólo acto de enseñar se convierte en una atrocidad “normal”.
Por ello, la marcha nariñense de ambas organizaciones, Fecode y Simana, frente a la falta de cumplimiento por parte del gobierno nacional obligan a protestas masivas argumentadas, especialmente porque la deuda histórica con el magisterio sigue siendo un punto que se esconde usualmente.
La ciudadanía debe saber que hace años se está intentando que una comisión gubernamental de alto nivel estudie temáticas tan importantes como la canasta educativa, la infraestructura, el acceso universal a la educación, jornada única, desarrollo técnico, formación rural, conectividad, que favorecen principalmente a los alumnos que han sido tradicionalmente sometidos a condiciones difíciles en su práctica. Violencia y corrupción no quedan excluidos, así como diez proyectos de ley radicados en junio pasado para resolver el pliego nacional de emergencia.
El estudiante, el maestro, la ciudadanía, deben ser escuchados y atendidos en su legítima protesta y derechos. No hacerlo es símbolo de la desidia ante la justeza social imperiosa.
Por: Carlos Santa María

