Con presencia en el 93% del territorio departamental, el programa de educación inclusiva se consolida como una de las apuestas educativas más significativas del momento, al garantizar la permanencia, participación y progreso escolar de niños, niñas y adolescentes con discapacidad o necesidades educativas específicas.
Esta estrategia, que ha dejado de ser una simple aspiración para convertirse en una política activa, ya transforma la vida de 6.821 estudiantes en 227 instituciones educativas de 55 municipios no certificados.
Gracias al enfoque inclusivo, estos estudiantes reciben atención especializada, asegurando así su derecho fundamental a aprender en condiciones de equidad y dignidad. En el corazón de esta labor están 89 profesionales de apoyo pedagógico, quienes trabajan directamente en las aulas junto a docentes, estudiantes y familias.
Intervención
Su misión va más allá del acompañamiento: desde su intervención, detectan barreras para el aprendizaje, diseñan estrategias de inclusión, y fortalecen las capacidades de las comunidades educativas para hacer de la inclusión una práctica cotidiana y efectiva.
“Esta estrategia ha cambiado la forma en que se enseña y se aprende. Ya no se trata solo de incluir físicamente a los estudiantes, sino de brindarles herramientas reales para que participen activamente en su proceso educativo”, expresó Daniela Ramírez, docente que forma parte del programa.
Uno de los logros más relevantes ha sido la construcción participativa de una cartilla pedagógica, pensada para orientar tanto a docentes como a estudiantes. Esta herramienta didáctica, nacida del trabajo colectivo entre los equipos pedagógicos, busca responder a la diversidad de contextos y necesidades presentes en las aulas del departamento.
Reconocer
“Crear por primera vez una cartilla que permita llegar a cada uno de los estudiantes del departamento, no solo en condiciones de discapacidad, va a permitir hablar de una inclusión real”, afirmó Berby Sánchez, Subsecretario de Planeación Educativa y Cobertura. La cartilla se convierte así en una guía práctica para reconocer y valorar la diferencia como una oportunidad de aprendizaje colectivo.
Además del trabajo en las aulas, el programa también impulsa espacios de formación e intercambio de saberes entre sus profesionales. En estos encuentros, se comparten experiencias y se fortalecen competencias docentes, promoviendo una red de apoyo pedagógico sólida y colaborativa”.
Perspectivas
Hoy pudimos aportar vivencias y perspectivas que permitirán a todos los docentes fortalecer sus competencias en inclusión”, añadió Ramírez.
El enfoque inclusivo en Nariño no solo responde a una necesidad educativa, sino también a un compromiso ético con la justicia social. Al derribar barreras estructurales y culturales, este programa abre caminos hacia una educación más humana, diversa y transformadora.
En un país donde la desigualdad educativa persiste, iniciativas como esta marcan la diferencia y siembran esperanza para miles de familias que, por primera vez, sienten que su derecho a la educación está siendo verdaderamente reconocido.
La apuesta por la inclusión en Nariño no es una política improvisada. Es el resultado de un proceso sostenido que involucra a las instituciones, las comunidades y los mismos estudiantes, quienes se convierten en protagonistas de su aprendizaje. Con resultados visibles y un compromiso creciente, este programa demuestra que la educación puede —y debe— ser un instrumento de equidad y transformación social.

