Manuel Eraso.

¡Estalló la guerra por el agua!

POR: MANUELERASO

Ismael Botina popular maestro Buchón, ayer, fue a visitar a su compadre Eliodoro, un viejo campesino que cultivaba hortalizas por los lados de Cujacal en la parte oriental de la ciudad de Pasto, zona de San Isidro, tierras fértiles que daba gusto verlas y saborearlas. Hace apenas cinco años cada vez que visitaba a su compadre, el Buchón regresaba cargada la parrilla de su bicicleta Monark, de atados de cebolla junca, verdes lechugas, guangos de nabo; era una despensa increíblemente productiva.

Al entrar a la chagra del compadre Eliodoro, maestro Buchón notó que algo andaba mal, los perros ya no aúllan, las vacas ya no balan, el gato se la pasa echado, las gallinas no ponen huevos, ni las moscas se acercan por allá, y el compadre postrado en una cama, llorando a moco tendido por la desgracia que está viviendo.

¿Compadre, qué me le está pasando?, preguntó Buchón. Respondió, con cara compungida ¡Uyyy compadre, si le contara! de un tiempo acá, llegaron los paisas, y arrasaron con toda la fertilidad de estas tierras. ¡No me diga!, sí señor, en menos de lo que canta un gallo, vinieron las máquinas, ingenieros de casco blanco, doctoras y doctores y comenzaron hacer bodegas a diestra y siniestra.

Que construyan las bodegas no sería el problema. Lo tenaz de este asunto es que sobre esa zona tan fértil de Pasto que hasta hace tres años era despensa de la ciudad, una firma llamada Eprocom, cuyo principal socio es la empresa paisa Alkosto, construyó 46 megabodegas, con más de 130 mil metros cuadrados. Llegaron las máquinas y sin pedir permiso a nadie, rompieron las mangueras de agua, que tenían los campesinos de esa zona, con las cuales hacían el riego y fertilizaban la tierra. Toda el agua se la apropiaron estos bandidos, y dejaron a la gente sin una gota.

Estas empresas antioqueñas, que, a más de explotar a los trabajadores con extenuantes jornadas laborales sin reconocerles mínimas condiciones, ahora, atropellan contra los campesinos que, por generaciones, mantuvieron a sus familias con el trabajo honesto del cultivo de hortalizas.

Como en la novela “Cien años de soledad” de García Márquez, llegaron los grandes capitalistas, arrasaron con los campos productivos, explotaron a los trabajadores y nadie hizo justicia.

En el caso de Cujacal, los cultivadores mantenían el agua para riego, gracias a la servidumbre que por siglos se respetó por la gente decente.

Miles de derechos de petición, cientos de quejas ante las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, pero para los de ruana no hay justicia.

¡Bonita gracia!, el capitalismo salvaje acabó con la comida. En vez de lechugas, repollos, cebolla y todo lo que nos alimenta, ahora estamos llenos de chécheres y baratijas de plástico, engordando los bolsillos paisas.

Maestro Buchón ya puso en la bicicleta su pancarta ¡Abajo explotadores y generadores de hambre…!