Hace unos meses comentamos por esta columna como los Estados Unidos era una nación donde se hablan prácticamente dos idiomas: el inglés como lengua oficial y el español con una población hispano hablante de 62 millones de habitantes, siendo la minoría que ocupa el primer lugar habiendo desplazado a la negra hace bastante tiempo. Con ocasión de las elecciones presidenciales el próximo mes de noviembre aparecen estas nuevas estadísticas que se traducen en consecuencias políticas, sociales y económicas de basto alcance. El hecho sobresaliente en la política estadounidense es que el candidato de cualquiera de los dos partidos tradicionales que enfrentan a Trump y a Kamala Harris tendrán que contar con el voto latino para ganar la elección.
Cuando el Presidente de Uruguay en la administración de Barak Obama hizo una visita oficial a Washington, Don Pepe Mujica le dijo al norteamericano en la Casa Blanca: «Ustedes los norteamericanos deben aceptar que son un país bilingüe» Y efectivamente lo son. Si uno viaja por los Estados Unidos donde quiera que vaya, en unos estados más que en otros, se oye en la calle hablar el castellano, o al entrar en una tienda o en un restaurante o los mismos agentes de policía le pueden contestar en español. Históricamente varios estados del sur fueron colonizados por España: La Florida, Tejas, Nuevo México, California etc.
Ahora la migración latina crece cada día hasta convertirse en un problema en la frontera con México. Este es un problema mundial pero en los Estados Unidos reviste características especiales, una justamente son los hispano hablantes que tienen la ciudadanía y la gran mayoría ya son nacidos muchos de segunda o cuarta generación que conservan la lengua castellana. Según la tasa de crecimiento del 15% de la comunidad latina, es fácil deducir que Estados Unidos es un país bilingüe y como en varios del mundo el español tendrá que ser aceptado como lengua oficial a la par con el inglés.

