RICARDO SARASTY

ESCRIBIR CON INTELIGENCIA Y SIN ARTIFICIOS

Por: Ricardo Sarasty

Ahora tan en boga la inteligencia artificial para por su intermedio hacer lo que se supone no se puede lograr con méritos de la propia razón, como por ejemplo escribir bien. Que sea un motivo la celebración del día del idioma para recordar que escribir bien solo consiste en poder ser claro y conciso a través del texto, el que a su vez debe de cumplir con ser coherente. No es fácil su factura porque antes de concretizarse en el papel o la pantalla mediante las palabras, las oraciones y los párrafos, son las ideas las que deben de organizarse o, para ser más exactos, jerarquizarse en atención a lo que se quiere comunicar y debe ser entendido por el lector como expresión propia del autor. Esta etapa no puede ser superada sin antes haberse fijado el objetivo mayor del discurso que no solo puede ser el de lograr que lo expuesto como verdad sea así aceptada una vez presentados los argumentos que la sustentan. Por lo tanto, el oficio de escribir como el del orfebre consiste en lograr que la filigrana conforme un cuerpo, convierta la idea en lo factible, lo de su belleza se da por contado en tanto que el tejido solo exige no ser burdo, preciso.

Se escribe para alumbrar, aunque lo común es hacerlo para deslumbrar. Porque el interés de todo escritor consiste en dar luz no en quitarla. Para ello sobra toda acción que busque dotar a las palabras de brillos innecesarios como puede ser el uso de adjetivos ahí donde un solo sustantivo puede expresarlo todo. Tan usual es el superlativo en las conversaciones del día que se piensa indispensable cuando se requiere resaltar un detalle o en el momento de describir con precisión un objeto o un suceso, pero no es lo mismo una charla desprevenida y el texto con el cual se busca dar a conocer una idea, defender una tesis, proponer un plan. Entre tinto y tinto mientras se comenta el último juego de la selección de futbol un buenísimo o el muy malo pueden satisfacer, más que al entendimiento, el momento compartido, lo que no puede ser aceptado durante una exposición de motivos donde lo que se requiere es la demostración para permitir convalidar lo planteado como verdad. ahora si el uso innecesario de los adjetivos oscurece al texto, se puede decir que las rimas, las aliteraciones y onomatopeyas están llamadas a darle sonido solo a las rondas infantiles y a las coplas, pues son recursos propios de esta forma de literatura. En un escrito que no tiene intención diferente a la de llegar al pensamiento los ruidos distraen por lo que hay que evitarlos. Más que repiquetear o tronar, las oraciones están llamadas a hacer presencia en sus significados.

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Escribir no es un ejercicio que exija dones especiales, aunque sin dedicación, paciencia y disciplina no es posible lograr un reglón. Así lo han advertido escritores como el recién fallecido Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Borges y Cortázar. Porque a la vez que el texto debe de apreciarse sencillo en él nada puede ser fortuito. La inspiración no se le debe dejar solo a las musas, estas exigen también la presencia de la manufactura. Sin afanes, pero con el deseo de poder leerlo y sopesar en él cuánto de lo que se ha pensado en decir perdura y sí cumple con el propósito que condujo a crearlo. Escribir es un trabajo en solitario en el que se piensa durante todo su proceso en los otros y hasta se puede decir que se habla con los otros, es un hacer en el que mientras se trabaja se presienten al lector que escruta y espera la oportunidad para preguntar. ricardosarasty32@hotmail.com