El color y la memoria se entrelazan en los muros del sur del país. En cada trazo hay una historia, en cada rostro pintado una vida que la guerra arrebató. Así es como la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES) continúa su labor de reconstrucción del tejido social en regiones marcadas por el conflicto armado, el desplazamiento y la exclusión.
El director de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, CODHES., Marco Romero Silva, explica que el arte mural se ha convertido en un instrumento pedagógico y político para promover la paz y la verdad.
“Con Vamos a Pintar la Memoria buscamos que las comunidades no solo recuerden lo sucedido, sino que lo transformen en fuerza colectiva, en esperanza y en acción”, afirmó Romero.
Un mural para recordar
El proyecto comenzó en Nariño como una movilización artística y comunitaria sin precedentes. A lo largo de sus 64 municipios, CODHES acompañó procesos de memoria que unieron a líderes sociales, jóvenes, víctimas del desplazamiento y mujeres que vivieron los estragos del conflicto.
En la ciudad de Pasto, esa movilización se materializó en el mural más grande de la capital nariñense, una obra monumental que no solo embellece el entorno urbano, sino que cuenta una historia de dignidad. En cada figura pintada se reconoce la lucha de los pueblos afrodescendientes e indígenas, la fortaleza de las mujeres que sobrevivieron a la guerra y la resistencia de los jóvenes que hoy apuestan por la vida.

Desaparición forzada
Pero más allá de los colores, cada mural es un acto de memoria política. CODHES ha acompañado la creación de espacios dedicados a las organizaciones de víctimas de desaparición forzada y violencia sexual, en los que los murales no solo son arte: son testimonios visuales de dolor, búsqueda y esperanza.
“Pintar la memoria es volver a abrazar a quienes ya no están, es recordar sin miedo”, comenta una lideresa de víctimas de Pasto, mientras contempla el retrato de su hermana desaparecida plasmado en una pared del barrio Obrero.
Estos procesos, enmarcados en los estándares del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, refuerzan el derecho a la verdad, la reparación integral y las garantías de no repetición, pilares fundamentales de la justicia transicional y la construcción de paz.
La memoria se expande
El impacto alcanzado en Nariño llevó a CODHES a extender la experiencia al departamento del Putumayo, otro territorio golpeado por el conflicto armado y el desplazamiento forzado. Allí, el muralismo se ha convertido en una herramienta de arraigo y protección colectiva, especialmente para comunidades afrodescendientes e indígenas que han debido reconstruir su vida tras años de violencia.
En municipios como Puerto Asís, Orito y Valle del Guamuez, las paredes se han llenado de color y de historias. En los nuevos asentamientos de familias desplazadas, los murales no solo embellecen, sino que también protegen simbólicamente los espacios: son pactos visuales de no repetición.
“Cada brochazo es una promesa: no olvidar lo vivido y no permitir que vuelva a pasar”, dice un joven muralista del Bajo Putumayo que participó en los talleres de memoria con CODHES. El proceso ha generado también un diálogo intergeneracional: jóvenes artistas, mayores sabedores, mujeres lideresas y docentes trabajan juntos en la construcción de narrativas visuales sobre la resistencia y la paz. Así, el arte se convierte en un lenguaje universal que une a quienes fueron víctimas y a quienes hoy reconstruyen los territorios.

