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Entre la justicia y la polarización

Por: Carlos Eduardo Lagos

El panorama político colombiano atraviesa un momento crítico tras el fallo judicial que condena al expresidente Álvaro Uribe y las acusaciones periodísticas contra el presidente Gustavo Petro. Estos eventos han profundizado la polarización en un país ya dividido, fortaleciendo a la derecha y la izquierda, mientras el centro político lucha por no quedar relegado y busca ofrecer soluciones a los problemas estructurales de Colombia.

La condena a Uribe, figura emblemática del uribismo, ha desatado una reacción visceral en sus seguidores, quienes ven el fallo como una persecución política contra un líder que marcó la lucha contra la guerrilla y estabilizó el país entre 2002 y 2010. Para la derecha, liderada por el Centro Democrático, este evento convierte a Uribe en un mártir, potenciando su narrativa de un sistema judicial sesgado y movilizando a sus bases para futuros comicios. Sin embargo, el fallo también consolida a la izquierda, que lo celebra como un avance en la rendición de cuentas de las élites, fortaleciendo al Pacto Histórico de Petro en su lucha contra la impunidad y la desigualdad.

No obstante, la izquierda enfrenta un desafío con las revelaciones de Vicky Dávila, que señalan a Petro por conductas personales cuestionables. Aunque no comprobadas judicialmente, estas acusaciones han dañado su credibilidad, alimentando la narrativa de la derecha sobre una supuesta decadencia moral del gobierno. En un país donde la moralidad pública influye en la percepción de los líderes, este escándalo podría erosionar el apoyo de Petro, especialmente entre votantes moderados que respaldaron su proyecto en 2022. La izquierda ahora defenderá a su líder sin perder el impulso ganado con el fallo contra Uribe.

En este escenario de extremos, el centro político tiene una oportunidad única, pero también un reto monumental: evitar ser opacado por las fuerzas polarizadas y proponer una agenda que aborde justicia social, desarrollo económico, responsabilidad política y reconciliación. El centro puede capitalizar la desilusión con ambos bandos, ofreciendo políticas concretas como una reforma tributaria equitativa, acceso universal a educación y salud, y programas de empleo inclusivo que promuevan la equidad sin desestabilizar la economía. También debe priorizar la transparencia, con plataformas digitales para monitorear recursos públicos y un organismo autónomo contra la corrupción, restaurando la confianza en las instituciones, que apenas alcanza el 20% según Latinobarómetro (2023).

Además, el centro debe impulsar un desarrollo socioeconómico inclusivo, con incentivos a la inversión sostenible y apoyo a la innovación, integrando a comunidades marginadas. Para lograr una paz sostenible, es crucial avanzar en los acuerdos de paz de 2016, promover diálogos inclusivos y diseñar una ley de sometimiento para grupos al margen de la ley que combine justicia restaurativa con beneficios judiciales, sin generar percepciones de impunidad.

El centro político tiene la oportunidad de liderar un proyecto nacional que supere la polarización, pero debe superar su fragmentación y articular un liderazgo unificado. Con un mensaje claro que combine pragmatismo y reconciliación, puede movilizar a un electorado agotado por los extremos, sentando las bases para un futuro de progreso y estabilidad en Colombia.