En un poco más de un mes se llevarán a cabo las elecciones legislativas en Colombia, hombres y mujeres de todos los rincones del país buscan llegar al recinto del Congreso de la Republica con un objetivo: representar a los más de 50 millones de habitantes de la nación; estos dirigentes políticos se distinguen por su intachable proceder, su voz de liderazgo y su capacidad de hacer una verdadera representación de sus votantes.
Si usted llegó hasta este punto de la lectura y tiene una sonrisa irónica en su rostro, o lleno de improperios al escritor, le recomiendo no enojarse, pues las anteriores líneas corresponderían a la verdadera definición de un dirigente, lastimosamente, los nuestros, en su gran mayoría, distan de la misma.
Estas líneas surgen de una reflexión frente a la contaminación visual producto de la gran cantidad de publicidad política que llenan las carreteras de nuestro departamento, no hay rincón del mismo en donde no se miren esos rostros afables, joviales, retocados con las herramientas de diseño del momento, dando así una imagen de frescura y lozanía para atraer votantes, en si las imágenes no están mal, cada quien escoge como mostrarse a sus votantes, ya cuando se los conoce en persona, el cuento cambia, pero este no es el motivo para escribir, va mucho más allá, y se trata de lo que, en derecho comercial, se denomina publicidad engañosa, que desde mi punto de vista, es la que se promociona en estos afiches y pancartas.
Se lee en la publicidad que son los políticos que si atienden las necesidades de los demás, hoy se reúnen con gremios de artistas, deportistas, educadores, pero cuando llegan al cargo, con prepotencia desatienden a quienes requieren ser escuchados, momentáneamente abren hasta oficinas de abogados y asesorías contables, situaciones que con seguridad se esfumaran después del 13 de marzo.
En la publicidad se expresa el llamado a la unidad para fortalecer, mi pregunta es ¿fortalecer qué?, el departamento, los municipios o los intereses particulares, hoy se presentan como los adalides de nada, protectores de legados minúsculos frente al tiempo de representación y nos quieren hacer creer que su prioridad es la gente, cuando frente al pedido del pueblo de retroceder cargas tributarias excesivas, estos caudillos se esconden, desaparecen, miran como los colombianos se enfrentan en las calles desde sus penthouse.
Hoy hablan de continuar trabajando y gestionando, cuando no han sido capaces de arreglar las vías que conducen a los pueblos de donde son oriundos, y para evitarse los caminos de herradura, se transportan en helicópteros, mirando desde los cielos, a los incautos que volverán a caer en sus cuentos trasnochados.
Por menos promesas en consignadas en publicidad y slogans, la Superintendencia de Industria y Comercio ha sancionado a empresas y sociedades, lástima que la analogía legal no se pueda aplicar en estos hermosos casos.
Esta historia continuará…
Por: Mauricio Fernando Muñoz Mazuera

