Por la celebración del Día de Difuntos noviembre es el mes de los fantasmas, temporada en la que les gusta hacerse ver para paralizar de terror el corazón de la gente.
Esa es la razón por la cual lo medios de comunicación suelen hacer informes que comprenden la visita a los cementerios, así como a las casas en las que se dice que ‘asustan” y, en ese sentido yo no me salvé aquí en DIARIO DEL SUR, ni de lo uno ni de lo otro, con resultados realmente sorprendentes.
Fue así como un Día de Difuntos acompañado del reportero gráfico nos apersonamos en el Cementerio Nuestra Señora del Carmen, para hacer una crónica con quienes iban a visitar las tumbas de sus seres queridos. Entre las personas a las que les hicimos reportaje y fotografía estaban una señora y un señor de mediana edad, de quienes me llamó la atención que se mostraron incomodos con la nota y las fotos.
Cuando terminado el trabajo, el señor me llamó aparte y me dijo, “le ruego el favor que no nos vaya a sacar en el periódico y le voy a explicar por qué. Resulta que la señora y yo, vivimos en Túquerres, donde en estos momentos la espera su marido y a mí mi esposa. Somos amantes desde hace mucho tiempo y la única forma de poder pasar un día entero juntos es viniendo a visitar en Pasto, la tumba de un amigo y si ustedes nos sacan en el periódico se forma un lío tremendo.”
Quedé de una pieza ante semejante historia y naturalmente accedí a su petición y confieso que me hubiera encantado contársela a Gabriel García Marquez, quien seguramente la habría incluido en sus cuentos peregrinos.
En ese mismo mes de noviembre, una señora nos contó de una casa donde los aparecidos no dejaban vivir a nadie, la cual quedaba en el barrio Las Cuadras.
Muy orondos, el reportero gráfico y yo, nos fuimos a la dirección que nos dieron con el propósito de hacer un informe escalofriante sobre esta vivienda encantada.
Allí nos encontramos con una casa a la que le estaban haciendo unos arreglos bajo la dirección de un señor, que nos preguntó que queríamos. Lo cierto es que cuando le dijimos lo del informe se puso furioso y dijo que nos demandaría si sacábamos algo, puesto que estaríamos desprestigiando su casa. Al ver su enojo, naturalmente le dijimos que sin autorización suya no sacaríamos nada. Más calmado nos invitó a un café y nos dijo: “Lo que les voy a contar es confidencial. Si, en esta casa asustan y esto me causa muchos problemas, porque los inquilinos no duran. Esta casa es una herencia familiar y como yo no creo en esas cosas, decidí pasar una noche allí y la experiencia no se la deseo a nadie. Me movieron la cama, en medio de unos alaridos espantosos y me tocó salir despavorido en medio de la noche…
Por eso, los noviembres me resultan inquietantes…

