Luis Eduardo Solarte Pastás

El voto, un acto sublime

Uno de los pilares fundamentales en que se sostiene la Constitución de 1991 para propugnar por la consolidación de la democracia colombiana es la participación de la ciudadanía en el contexto político, social y de control a la administración pública como principio rector de nuestro Estado Social de Derecho.

Para tal efecto y con la finalidad de lograr la participación democrática en la conformación, ejercicio y control del poder político, la Carta Política establece el derecho de todo ciudadano a emitir su voto cuando se realicen elecciones para elegir sus autoridades y sus representantes en el Congreso de la República.

Ese acto de ejercer el sufragio, constitucionalmente debe realizarse de una manera libre, independiente y secreta.  El emitir el voto, sin lugar a dudas, es el acto más sublime donde las ciudadanas y los ciudadanos son enteramente iguales.

No olvidemos que votar es la manera de manifestar nuestra dignidad, libertad y autonomía. No es necesario ir a tomar armas, piedras o garrotes para definir quién y cómo nos deben gobernar y representar. Dignidad, libertad y autonomía se consiguen acudiendo a las urnas electorales a depositar nuestro voto con responsabilidad y por respeto a nosotros mismos.

Ha llegado la hora de recuperar el Congreso y su legitimidad, en razón a que como espacio de la representación política plural de la sociedad tiene la función primordial de “debatir y aprobar las leyes que van a regular la vida política, económica y social dentro de nuestra democracia”.

Por ello, este  13 de marzo los colombianos elijamos como nuestros senadores y representantes a personas nuevas, de comprobada honorabilidad, trayectoria pública y privada y, sobre todo, con principios éticos, morales y cristianos con la finalidad de que no interpongan sus intereses individuales a los intereses colectivos.

Si procedemos de esa manera es posible empezar a atacar esa vieja clase política  que ha encontrado desde hace muchos años en el Congreso su forma de  subsistencia, sin que realmente les importe la vida de quienes los eligió y el pueblo al cual manifiesta representar.

Seamos conscientes que lo que va a suceder mañana, “no es una votación cualquiera, no es una votación como las demás porque este no es un momento cualquiera en la vida de Colombia”.

Es el momento vital de la vida de la República, en donde se juega su destino más alto y en donde se toma la decisión de entre ser una Nación independiente, libre, con oportunidades de desarrollo, como lo mandaba el Papa Paulo VI o hundirse en el marasmo de la corrupción definitiva, o renunciar a sus posibilidades de progreso.

La suerte del país está en todos nosotros mismos si queremos  y anhelamos un mejor presente y un futuro promisorio en paz, con una auténtica y real justicia social y equidad. Por consiguiente, no hay lugar para el abstencionismo electoral y a una mala elección de la cual tengamos que arrepentirnos después.   

Así que este domingo votemos por personas que personifican la renovación política, la honestidad, la conciencia y la convicción de un cambio para Colombia y, sobre todo, para Nariño que tanto lo necesita.

Por: Luis Eduardo Solarte Pastás